Parte 1
Carlo estaba lo que seguía de feliz en la parte trasera del taxi en el que viajaba, llevaba meses intentando salir con Laura, la asistente de forense más sexy que había conocido jamás, pero la chica no le había dado entrada hasta hacia unos días cuando al fin había aceptado una cita.
Laura era una chica afroamericana con enormes y hermosos ojos negros, el cabello rizado era encantador y le hacía desear enredar sus dedos en él. Esa mujer era simplemente una diosa que lo hacía babear con solo caminar frente a él.
Su salario no era alto, pero era soltero y manejaba bien sus cuentas, sus papás le habían heredado en vida una hermosa casa en los suburbios, si Laura alguna vez aceptaba una cita en su casa podría mostrarle que también cocinaba muy bien.
Carlo estaba tan encantado pensando en su posible futuro que la sonrisa no se borró de su rostro ni al bajar del taxi ni al entrar al bar en el que habían quedado. Él habría preferido ir a recogerla pero la chica había insistido en que cada uno llegara por su lado, ellos vivían en extremos diferentes de la ciudad por lo que era más fácil de esa forma.
El policía miró su reloj, eran apenas las 6:45, se habían citado a las 7, así que estaba bastante tiempo adelantado.
-Creo que me emocioné- sonrió, aunque sentía que era un excelente tiempo, él odiaría llegar después de ella.
Observó las mesas a su alrededor pensando cuál sería el mejor sitio para tomar una copa cuando su teléfono sonó, sonriendo al notar que era el número de Laura contestó.
-Hola bonita, ya estoy en el bar ¿dónde estás?- preguntó con buen tono.
-Carlo, en verdad lo siento, tuve una emergencia familiar y no voy a poder llegar, en verdad lo siento de veras, por favor discúlpame- le pidió con tono apenado.
Carlo mentiría si dijera que la noticia no le desquebrajo su suave corazón, pero no dejó que se demostrara en su voz.
-Claro, no te preocupes ¿estás bien?- se aseguró de preguntar.
-Si, estoy bien, es solo un asunto en mi familia, de nuevo discúlpame ¿si?- volvió a pedir y Carlo sonrió amargamente.
-Descuida, la familia siempre es primero, cuídate y será en otra ocasión ¿ok?- preguntó intentando no sonar enfadado.
-Muchas gracias Carlo, será después. Me tengo que ir y disculpa de nuevo- la llamada se cortó y él observó el teléfono con tristeza. No podía apartar la sensación de que ella simplemente no había querido ir. Abatido suspiró y se masajeó el cuello, ya estaba ahí, pero la verdad no sentía que tuviese mucho caso ahra que le habían plantado.
Estaba por irse cuando una lindísima chica castaña con rostro encantador le detuvo.
-Hola ¿ vienes solo?- preguntó con una enorme sonrisa, Carlo sonrióo nerviosamente, 'rl estaba endiosado con Laura, pero siempre se ponía nervioso ante una cara bonita.
-Algo así...bueno- sonrió aún más nervioso- me acaban de plantar así que creo que cuenta como que estoy solo, ya me iba- su voz temblaba un poco, definitivamente el apuesto chico no era del todo bueno con las mujeres bonitas, al menos no cuando las tenía enfrente.
-Que coincidencia, también me plantaron- sonrió divertida- mis amigas están por ahí ¿podrías bailar una pieza conmigo? Me da mucha pena decirles que me plantaron- explicó y Carlo vio a las chicas sentadas en una mesa cerca de la pared, parecían atentas a ellos dos.
Carlo sonrió y asintió, entendía el sentimiento en esos precisos momentos.
-Te comprendo, bailemos entonces- le tendió una mano con una enorme y encantadora sonrisa. Carlo era un hombre grande, media 1.83 y pesaba 85 kg, estaba definido en las áreas en las que debía estarlo sin exceso de masa muscular, un rostro simétrico y unos hermosos ojos verde limón que centellaban en contraste con su cabello pelirrojo casi naranja.
La chica sonrió encantada, ese chico era un bombón y no solo eso, también era tan crédulo que daba ternura. A ella nadie la había plantado desde luego, pero ella y sus amigas lo habían visto al entrar y habían apostado que podía seducirlo en menos de tres canciones. Por lo que parecía ella iba a ganar esa apuesta y además le iba a gustar mucho hacerlo.
Cuando comenzaron a bailar Carlo le hizo plática, para decepción de la chica, sin ningún ánimo sexual.
-¿Qué vas a hacer después de esta pieza? –preguntó.
-Bueno, les diré que tenías algo urgente que hacer y tuviste que irte, que solo viniste a avisar que no podías quedarte- se inventó de la nada, las mentiras brotaban naturalmente de sus labios como agua de un manantial.
-El sujeto que te plantó va a arrepentirse, ya verás- la consoló.
La chica continuó haciéndole plática, no habían notado la aterradora mirada que se posaba sobre ambos.
Antonio Lutero estaba en una esquita del bar en un amplio sillón de media luna, una hermosa pelirroja estaba a su izquierda y una rubia a su derecha, ambas chicas en sus brazos. La escena no era rara tratándose de Antonio, el hombre tenía un apetito sexual inmenso y también era un amante espléndido. Si había alguien que podía rechazar al enorme y sexy semental eso era algo que no se sabía, el sujeto nunca buscaba a sus amantes, las chicas llegaban solas. Aunque todas sabían que no era algo definitivo, pero no estaba mal tener una sexy aventura con el sujeto.
Aunque podía decirse que Antonio usaba a las mujeres para su placer, lo cierto es que las mujeres que estaban con Antonio hacían un buen uso de él también, buen sexo en la cama y buen dinero fuera de ella, sin ataduras ni compromisos. No estaba tan mal, cuando alguna quería algo estable y que llenara las necesidades de su corazón simplemente se iban sin más. Antonio incluso había dado más de un regalo generoso en alguna boda de sus examantes.
Sin embargo las dos chicas en turno no sabían qué diablos había pasado, pero su amante se había puesto repentinamente de mal humor.
-Anton ¿estás bien?- preguntó la pelirroja acariciando el torso del hombre.
-No...- gruñó aunque pese a su aura fría las chicas no se asustaron, Antonio era un amante insaciable y desde luego tenía más de un pervertido gusto en la cama, pero no era un hombre agresivo fuera de ella.
-¿Necesitas algo?- la rubia preguntó ladeando el rostro.
-No...chicas, tienen que irse, no podré volver a verlas...- retiró lo brazos de los hombros de ambas- no pregunten, fue un placer compartir su tiempo.
-Anton ¿qué pasa? ¿Como que no podemos volver a vernos?- preguntó la rubia extrañada, los tres eran sabidos que aquello era solo una aventura temporal, para ellas una experiencia de juventud que recordar, pero no esperaban que de repente solo las echara de su lado.
-Chicas...retírense...mi asistente las llevará de compras luego, pueden vengarse con mi tarjeta de crédito ¿les parece?- preguntó, aunque sonó más a una amenaza y aunque ellas estaban algo molestas también sabían que el mundo en el que Antonio vivía no era precisamente uno legal del todo. No sabían bien a qué se dedicaba pero tenía amistades peligrosas.
Las chicas se vieron la una a la otra y se levantaron, podían notar que aquello era asunto serio y decidieron sabiamente tomar el regalo que les ofrecía e irse.
Anton acababa de cerrar un negocio especialmente complicado y había pensado celebrarlo con sus dos actuales chicas favoritas, pero no había esperado que el destino lo golpeara de aquella manera. Estaba besando a una de ellas cuando el aroma de su pareja lo inundó y los labios de la hermosa muchacha se volvieron repulsivos.
Buscó a su pareja con la mirada y le encontró hablando por teléfono, El oído de un lobo no era como el de un humano promedio y agudizó sus sentidos para escucharlo, supo entonces que lo habían plantado y felicitó a la chica por su decisión, él odiaría tener que quitar a un estorbo de en medio, estaba justo pensando eso cuando aquella castaña se acercó y comenzó a seducirlo. Tuvo que alejar a las chicas de su lado, no solo porque ya no tenía el más mínimo interés en ellas, sino porque temió desquitar la ira que lo corroía con ellas.
Vio a la chica hacerle una señal de pulgar arriba a otras chicas en la distancia tras unos minutos y agudizó el oído para escucharlas a ellas también.
-Ella es terrible, no puedo creer que de verdad lo esté logrando.
-¿Crees que se lo pueda llevar a casa hoy?- preguntó una pícara.
-No lo sé- la chica se rió- pero estoy segura que lo va a intentar con todas sus fuerzas, digo... también me gustaría llevármelo.
Anton gruñó y se puso de pie sin poder controlarse a sí mismo. Estaba cerca de la pareja cuando escuchó a la chica hablar.
-Solo una canción mas ¿si? Te prometo que ya no te pediré nada ¿ok?- pidió juntando sus pequeñas y delicadas manos frente al sexy chico.
-Bueno...no lo sé- Carlo se revolvió el cabello sin saber qué hacer. No estaba de humor para bailes, pero tampoco quería ser grosero, solo quería irse a casa.
-Creo que él no quiere seguir bailando contigo preciosa- Anton habló justo detrás de Carlo y la chica se paralizó al verlo ¡por todos los cielos! ¡ese era el Dios del bar! la chica se preguntó si la llevaría a tomar una copa- Retírate- la voz de Anton sonó tranquila pero la amenaza en sus ojos esfumó todas las fantasías de la chica que asintió y se alejó casi corriendo de ahí.
Carlo se quedó en su sitio y pasó duro, no sabía quién estaba detrás de él pero su voz le había hecho estremecer de pies a cabeza.
-Eeh...- se giró despacio sin saber si agradecer o disculparse, no tenía idea de por qué aquella persona había intervenido en su asunto así que solo le observó sin poder decir nada, solo verlo un calor abrazador inundó su pecho, lo deseaba... deseaba a aquel hombre.
El sentimiento desconcertó al humano y dio un paso atrás luchando con sus irracionales impulsos.
-Yo...yo ya me iba- logró articular al fin y por Dios que intentó moverse pero sus pies no le respondieron, su cuerpo se negaba a marcharse, no, su cuerpo deseaba pegarse al ajeno y arrancar la ropa que estorbaba.
El extraño sonrió y Carlo sintió que le temblaban las piernas de lo increíblemente sexy que el gesto le pareció, se imagino lamiendo esa boca... bajando hacia su pecho fuerte... ¡no! Maldición ¿qué cosas estaba pensando? ¡Y con un hombre!
-¿Por qué tanta prisa?- el sujeto avanzó a paso seguro y rodeó la cintura de Carlo con un agarre fuerte.
-Espera...- Carlo no sabía qué demonios pasaba pero casi soltó un gemido cuando el sujeto frente a él lo abrazó, debería luchar para soltarse pero solo pudo apretar el saco ajeno en sus manos y sostenerse de él, había una dolorosa erección en sus pantalones y sentía que las piernas le estaban fallando.
-¿Qué quieres que espere?- preguntó en su oído y Carlo gimió al sentir el aliento cálido en su oreja y la voz baja y ronca viajando por cada fibra de su ser- ¿por qué mejor no vamos a un sitio más privado?- preguntó y lo apretó un poco más contra si – ¿te gustaría?- murmuró con la voz más malditamente sensual que Carlo había escuchado jamás en su vida.
-si... si... vamos...- murmuró ya ajeno a por qué se quería ir antes, era una tontería, todo lo que deseaba era mantenerse junto a aquel sujeto.
Anton sonrió y sin soltarlo lo guipó por la parte trasera del bar. El lugar era el tipo de sitio en el que necesitabas una reservación VIP para poder entrar y lo menos que quería era exponer a su pareja a las miradas indiscretas así que lo sacó por el callejón trasero. Su nuevo amante parecía estar reaccionando a sus feromonas y no era para menos, estaba ejerciendo toda su presencia de alfa sobre él. Le sorprendería si su sexy acompañante recordaba su nombre.
-Gmmm- Carlo no podía hablar, sentía que le faltaba el aire, una de sus manos jaloneó la camisa del otro y metió la mano para encontrar un alivio placentero en tocar la piel ajena, sus labios atacaron su cuello lamiendo y besando la piel expuesta, estaba mojado en sus pantalones y no podía hacer otra cosa que empujar su erección contra la pierna de su acompañante para encontrar consuelo-qui...quie....- le faltaba el aire y sentía que su cuerpo no le respondía.
-¿Qué deseas cachorrito?- preguntó el hombre y Carlo sonrió embelesado por su voz.
-Jódeme... jódeme, por favor- rogó rodeando el cuello ajeno con ambos brazos y buscando su boca.
Anton le había hecho una seña a su chófer para que lo recogiera en el callejón, estaba decidido a llevar a su pareja a casa y disfrutar plenamente de él, pero no contaba con tener un amante tan malditamente tentador. El era un hombre siempre en control, nunca se había dejado llevar por el sexo pero el muchacho en sus brazos le nublaba el juicio por completo.
-Eres una maldita tentación- le reprochó y lo colocó contra la pared atacando su boca, su lengua empujó en la ajena y la mano con la que lo abrazaba se metió en sus pantalones haciéndolo gemir.
Sus dedos no perdieron tiempo, estrujaron la piel firme de sus nalgas y casi de inmediato uno de sus dedos se empujo en su entrada haciéndolo llorar.
-Que...que...ah...se...se siente...ah...ah...- Carlo comenzó a mover las caderas sin poder separarse de la boca del hombre mayor- más...más...
-¿Te gusta cachorro?- Anton preguntó, pero su voz ya no era tranquila, se escuchaba ronca y jadeante- dime cómo te gusta- él quería escucharlo hablar sucio.
-No...no sé...- Carlo se sintió frustrado, movía sus caderas buscando aquel dedo pero la verdad es que no sabía cómo moverse para que se sintiera mejor, estaba tan desesperado, quería más pero no sabía cómo obtenerlo- quiero más... más... necesito más...- lloró desesperado.
-¿Es tu primera vez aquí?- Anton preguntó en un gruñido más que posesivo y Carlo asintió efusivamente- ah...bebé, eres tan increíble...- a Antonio jamás le había importado algo tan pasado de moda e insignificante como que su pareja fuese virgen, de hecho entre más experimentada mejor, él era un hombre de juegos y alguien más experimentado siempre era más receptivo y activo en la cama.
Anton no sentía ningún deseo por un amante virgen, no tenía deseos de tener que enseñarle a nadie cómo tener sexo, pero maldición... su pareja inexperta en sus brazos, jadeante y lloroso... era la maldita cosa más hermosa que había visto en su vida.
-No te preocupes cachorro- Anton empujó otro dedo en el interior del policía y los abrió mientras los movía adelante y atrás sacando una sonrisa satisfecha de los labios de Carlo- voy a enseñarte cómo sentirte mejor.
-Si...quiero...quiero más- gimió.
-Tienes que escuchar todo lo que te diga- Anton le habló al oído y lo sintió asentir- Tienes que hacer todo lo que ordene cachorrito ¿lo entiendes?
-Lo haré... lo haré, no pares...
Un auto de vidrios polarizados se detuvo junto a ellos y Anton se detuvo haciendo que Carlo lloriqueara por el abandono.
-Tranquilo cariño, solo vamos a movernos a otro lado, te prometo que te va a gustar- prometió metiéndolo dentro del carro y entrando después. Nada más sentarse sintió a Carlo trepar sobre él. Su desesperación le sacó una sonrisa lujuriosa de los labios.
Anton volvió a meter la mano dentro de los pantalones ajenos y empujo sus dedos dentro jugueteando en su interior.
-¿Te gusta bebé?- preguntó dejando su boca para atacar su cuello.
-Si... si... me gusta... mételos más... quiero más- rogó.
Anton mordió las tetillas ajenas sobre la ropa y escuchó gemir a su pareja y apretar sus dedos en su entrada.
-¿Te gustó tanto que te veniste?- se burló.
Carlo cayó jadeante sobre el cuerpo de su amante, estaba tan mareado, sintió los dedos de aquel hombre exquisito salir de él y se aferró a la camisa ajena negando.
-No... no, por favor, no los saques- su miembro apenas y había bajado un poco pero estaba volviendo a levantarse apretándose dentro de sus pantalones- no los saques, por favor... por favor mételos más...
Anton soltó una risita y metió un tercer dedo, el grito de placer de Carlo inundó el auto.
-Esto no está bien cachorro... ¿solo te interesa recibir placer sin importarte cómo me sienta?- preguntó y la insinuación hizo sentir angustiado a Carlo.
-No... no, no no- negó efusivamente, con la respiración agitada y los ojos llorosos.
Su rostro era el de alguien que ha perdido toda la conciencia, tenía los ojos nublados por el deseo y las mejillas hacían juego con su cabello rojo. Sus manos se apresuraron asacar el cinturón de su pareja y abrió con dificultad el pantalón metiendo una mano y masajeando torpemente.
-No eres muy bueno con la mano cachorro- murmuró Anton acariciando el rostro del muchacho.
-Perdón... perdón- pidió aunque sus caderas seguían moviéndose contra los dedos ajenos que se abrieron en su interior estirándolo y haciéndolo gemir.
-¿Por qué no lo intentas con esto?- Anton acarició los labios delgados y masculinos de su amante y este asintió sin chistar.
El auto era amplio y bajó de las piernas de Anton al suelo, el movimiento hizo que los dedos de su pareja salieran de él, quería llorar de necesidad pero el miembro ajeno frente a su rostro se le antojó irresistible, lo metió en su boca y comenzó a chupar como si del manjar más exqisito se tratara, Anton echó la cabeza atrás y cerró los ojos sintiendo la maldita gloria en aquella boca caliente.
Carlo llevó una mano a su trasero y se penetró a sí mismo mientras chupaba y mamaba la carne caliente en su boca, estaba en el cielo.
No pasó mucho tiempo antes de que Anton no pudiera contenerse y se vino dentro de la preciosa boca que empujó hacia su cuerpo obligándolo a tragar todo, aunque no era necesario, Carlo estaba hambriento de él y lo bebió con desesperación, su propio miembro se tensó y llegó por segunda vez en la noche.
El orgasmo lo dejó débil y un poco más perdido que antes, solo sabía que quería sexo, mucho sexo y que lamer los residuos en el miembro de su amante lo estaba calentando de nuevo.
Anton tomó el mentón de su pareja y le levantó el rostro viendo manchas de su semen en las comisuras de su boca. Tenía el cabello desordenado, los pantalones medio bajados y estaba mojado por delante y por detrás, todo él era un poema completo.
-¿Te gusto eso?- preguntó lamiéndose los labios, imaginando lo que haría con ese cuerpo exquisito.
-Quiero más...- rogó en respuesta.
-No te preocupes cachorro... esto apenas es el principio, cuando termine contigo vas a estar abierto y lleno de mi, en tu boca... y en tu trasero no desearás nada más que mi miembro jodiéndolo- le prometió.
Carlo lo escuchó y su cuerpo se encendió ante la promesa, estaba goteando de ganas por ser profanado de aquella manera.
-Si... si... lo quiero...
Anton vio a través de los vidrios polarizados y recordó las fechas en las que estaban, las luces por todos lados hacían difícil olvidarlo.
-Marino- llamó a su chofer a través del intercomunicador.
-Si señor- la voz neutral respondió al otro lado, evidentemente sabía qué hacia su jefe en la parte trasera del auto, pero su voz era imperturbable.
-Has los preparativos para que la mansión tenga todo lo necesario para una impresionante celebración navideña para dos- le ordenó- estaré en el sótano con mi pareja hasta ese día-. Anunció y tras decirlo cortó la comunicación, acarició el cabello del muchacho entre sus piernas y sonrió- tengo muchas cosas que enseñarte cachorro- los dientes le picaban por morder a su amante, a diferencia de otros lobos él tenía un control muy por encima de lo normal, de ser cualquier otro lobo no sabía si podría controlar el impulso de morderlo. Pero no... no era el momento aún, iba a disfrutar del primer celo de su cachorro antes de morderlo.
Si las cuentas le salían bien, Anton estimaba que en nochebuena estaría por salir del celo, el momento perfecto para morderlo. Podría entrar a los juegos grandes entonces, para cuando saliera de la fiebre de apareo que provocaba la mordida, su pequeño cachorro ya sería adicto a su cama.
-Feliz navidad por anticipado bebé- murmuró acariciando su mejilla.
-Feliz navidad...- respondió por inercia el muchacho, restregando su mejilla en el pantalón ajeno y acariciando suavemente su miembro que endurecía de nuevo.
Aquel iba a ser un ardiente camino hasta su blanca navidad.
Quiero mas... por favor ... me encanto
ResponderEliminarTaaan hot! me encanta, también quiero más :D
ResponderEliminarGracias por compartir!
Lu Malandro