Capítulo 1
La noche había caído. En el Palacio
el príncipe Maximilian caminaba por los pasillos hastiado, su padre era un
fastidio, seguía con el discurso de que era tiempo de que se casara. Primero
muerto y enterrado ¡que se casara Miles! su hermano menor podía fácilmente
complacer a su padre en un futuro, ni siquiera podía imaginar tener que atarse
de por vida a alguna dulce princesa, de verdad iba a terminar matándolo solo de
amargura. Abrió bruscamente la puerta de su habitación y se encontró con una
sombra delgada marcada por la luz de la luna que entraba por la ventana, estaba
de perfil y se sobresaltó por el estruendo de la puerta a pesar de que parecía
estar a punto de saltar por la ventana.
—¿Quién está ahí?— las velas no
estaban encendidas, toda la habitación estaba a oscuras como le gustaba, pero
gracias a eso no podía ver bien al intruso.
—Buenas noches mi Príncipe— la voz
sonaba joven y algo burlona, parecía
tener algo que le cubría parte de la cara y el cabello debía ser claro pero no
podía distinguir si era castaño o rubio—Tomaré esto prestado— mostrándole una pequeña
bolsa con monedas de oro—Espero que no le importe.
Desya se permitió el tono burlón y
curvear una sonrisa, el príncipe LeRose frunció el ceño aumentando solo el
fastidio que ya tenía al entrar a la habitación.
—¿Cómo lograste llegar hasta mi
habitación, escoria ladrona?— preguntó cruzándose de brazos, parecía realmente
no importarle demasiado la pequeña bolsa de monedas de oro que el ladrón le
había mostrado. Aunque para cualquiera en el pueblo aquella era una fortuna que
jamás tendrían junta en toda su vida, para el príncipe era una simple miseria.
—Un buen mago nunca revela sus trucos,
mi estimado príncipe— le respondió, sabía que debía saltar y marcharse de ahí,
pero de alguna manera sentía que si se giraba para ver afuera estaría perdido.
—Un mago callejero sin duda ¿has
entrado a mi castillo y te conformas con esa miseria?— Desya apretó la bolsa en
su mano, para él eso era más que suficiente, incluso habiendo pertenecido a la
nobleza la diferencia con el príncipe era como la del mar y el cielo. Podían
verse muy similares pero no estaban ni siquiera cerca de ser iguales.
Diciéndose que no debía pensar en
ello Desya se limitó a soltar una risita y pararse en el borde de la ventana,
sin darle la espalda a su interlocutor.
—Me alivia escuchar sus palabras
príncipe, si esto es para usted solo una miseria, no hay necesidad de
devolverlo ¿verdad?— le preguntó con voz calmada y jovial, ladeando el rostro
con un gesto infantil y travieso. No dejaría que nadie notara lo que aquella
situación le desagradaba.
El príncipe soltó un bufido y sonrió
de medio lado ante la respuesta.
—Adelante, intenta llevártelo—
descruzó los brazos y levantó el rostro en un gesto de arrogancia, su mal humor
parecía haberse desvanecido como por arte de magia. Desya tuvo un mal
presentimiento, las nubes cubrieron la luna en ese momento y con solo el
instinto de su lado se giró para lanzarse por el balcón, el príncipe corrió
hacia él y cuando iba a dejarse caer tras subir a la baranda, el príncipe tomó
su tobillo jalando con fuerza y lanzándolo al suelo. El cuerpo de Desya cayó
sin ningún cuidado, como un costal de papas en una bodega, quedando desubicado
y adolorido.
Desya intentó levantarse pero el
arrogante príncipe lo estampó contra el suelo con más fuerza, las nubes se
movieron en ese instante y la luz de la luna entró por la ventana permitiéndole
apreciar los cabellos al parecer castaños y un par de ojos azules como záfiros,
las facciones finas pero masculinas… sin saber por qué, su corazón comenzó a
latir fuertemente
— ¿Eso es todo lo que tienes?—
preguntó en un susurro, con burla, con arrogancia mientras lo sometía en el
suelo.
Maximilian examinó emocionado la presa bajo su
cuerpo, aquel era justo el tipo de desestrés que necesitaba. Paseó la mirada por el rostro semicubierto
por una máscara y la camisa negra, de tela aspera, ropa de plebeyo. La luz opaca
que entraba por la ventana no lo dejaba ver bien del todo.
—¿Cómo es el ladrón bajo la máscara?
Me pregunto qué clase de cara encontrare aquí— habló mientras intentaba
someterlo con una mano para tener la otra libre. Desya aprovechó el movimiento
para intentar soltarse.
Estaban forcejeando desesperación
contra decisión. Rodaron por el suelo y los candelabros fueron a dar al suelo
haciendo un ruido estrepitoso.
Tan concentrados el uno en el otro no
notaron el ruido de los guardias acercándose, alarmados por el sonido de cosas
cayendo en la habitación del príncipe.
—Príncipe ¿se encuentra bien?— Maximilian no contestó, estaba luchando
contra aquella rata, forcejeando por arrebatarle la máscara. Los guardias
insistieron y finalmente empujaron la puerta rompiendo la cerradura. La luz
entró fuerte desde los altos y luminosos candeleros del pasillo y Maximilian
que estaba sobre Desya tuvo que parpadear para acostumbrarse. El rubio
aprovechó el momento y se zafó del agarre casi arrastrándose al balcón.
—Ya nos veremos en otra ocasión príncipe—
le gritó al tiempo que recogía rápidamente la bolsa de monedas que había ido a
dar al suelo y saltaba por la ventana sin ningún cuidado, presa de la
adrenalina.
Maximilian se levantó tan rápido como
pudo reaccionar y corrió a la ventana pero solo pudo ver como una sombra ágil
se movía casi imperceptiblemente entre las ramas hasta perderse en el bosque
que estaba junto al Palacio, justo en el momento en que los incompetentes
soldados irrumpían en su habitación.
— ¡¿Con qué derecho entran así a mi
habitación?!— estaba enfadado consigo mismo por dejar escapar a aquel
ladronzuelo y los pobres guardias terminaron pagando su mal humor.
Desya volvió a su casa aquella noche;
mallugado y golpeado; alterado, emocionado y a la vez sintiendo que toda su
moral se había ido al garete. Pero por encima de todo sin poder sacar de su
cabeza el rostro a media luz del príncipe,
no lograba que la adrenalina generada por el forcejeo con él disminuyera
en lo mas mínimo.
Solo en su habitación contempló la
bolsa de moneras, eran 20 monedas de oro, separó cinco, le daría quince a su
madre y guardaría las otras cinco por si era necesario. Suspiró sabiendo que
aquel era dinero mal habido pero si lo usaba bien esperaba no tener que pasar
por aquello nunca más.
Desya guardó su botín bajo una de las
tablas flojas del suelo de su habitación, donde también escondía el diario de
adolescente de su padre. El que había encontrado cuando él mismo había llegado
a la adolescencia y había buscado un lugar para esconder alguna cosa de su
madre.
Paso una semana entera antes de que la
madre de Desya se terminara la pequeña fortuna que había conseguido para ella.
—Muy bien Desya, muy bien— le
felicitó la tarde que mandó a llamarlo— Hiciste un buen trabajo antes, algo
pobre pero viniendo de ti es casi un milagro— habló y le lanzó la bolsa vacía
de monedas a los pies— Rellénala— le indicó.
—No es un vaso de agua, madre— le
repuso entre dientes y la mujer golpeó contra el suelo sus nuevos y hermosos
zapatos hechos a medida mientras apretaba los puños a sus costados.
—No me contestes así, chiquillo
insolente— gritó— Después de la miseria que nos has traído ¿pretendes que sea
suficiente?
Ciertamente Desya no lo había
esperado pero tampoco había esperado que su madre gastara la pequeña fortuna
tan rápido.
—Para ti…— continuó su madre haciendo
un ademán hacia él, como si señalara algo desagradable que quisiera quitar de
su vista— Sin ambición ni clase parecerá una fortuna pero lo que nos trajiste
son apenas miserias. Obedece y trae al menos una carga igual.
Desya abrió los ojos ¿que decía su
madre? ¿Una carga igual? Ya había sido un milagro que el príncipe tuviese
aquella bolsa de monedas en su habitación, era la única habitación a la que tenía
acceso fácil. Pero después del último robo, ¿cuál era la posibilidad de que una
semana después hubiese una bolsa igual esperándolo?
—¿Qué haces ahí parado como un
retrasado todavía? Recoge eso y lárgate. Espero que tengas el dinero para
mañana.
Desya se quedó de pie e impotente en
medio de la sala, despacio y temblando de ira recogió la bolsa de cuero del
suelo.
—Si, madre— Fue su simple respuesta y
se preguntó cuánto más podría seguir dándola.
Desya se infiltró esa misma noche al
castillo nuevamente, justo como lo había hecho la primera vez. Según decía el
diario de su padre, él y el rey actual habían sido compañeros de juegos de
niños y amigos de adolescentes. Cuando el rey aún era príncipe y ocupaba la
habitación del actual, éste le había mostrado a su padre un pasadizo que
llevaba desde un pozo entrado en el bosque hasta aquella habitación. Era la salida
que ocupaban para escaparse del antiguo rey e irse a nadar al lago, visitar
bares, enamorar mujeres o simplemente ir a montar a caballo.
Cuando estuvo frente al lugar que
daba a la pared falsa del príncipe, movió una piedra floja y revisó si había
alguien en la habitación, cuando estuvo seguro de que no la había salió con
cuidado de dejar la pared en su sitio. Si tenía suerte podría salir por ahí sin
altercados como la última vez, había sido algo bueno que en aquella ocasión hubiese
decidido tomar la precaución de cubrir su rostro y esperaba que ahora fuese una
medida innecesaria que estaba repitiendo.
La habitación estaba a oscuras como
la última vez y sólo por si acaso lo primero que revisó fue el cajón del que
había sacado la bolsa de monedas la vez anterior. Lo abrió lentamente y escuchó
un click e inmediatamente después el sonido del cañón de un arma disparándose.
Se alarmó y se separó rápidamente del mueble. Estaba por correr de vuelta a la
puerta falsa cuando una voz desde el balcón lo alertó de detenerse.
—Así que entras por la puerta y no
desde el balcón ¿eh?— Desya vio la figura del príncipe recargada en el marco— Adelante,
toma la bolsa del cajón, es la misma cantidad que la última vez— le indicó
haciéndole una seña con la cabeza hacia el hermoso mueble tallado en olmo.
Desya dio un paso atrás y de reojo
vio una bolsa en el cajón pero se negó a acercarse y caer en alguna trampa de
aquel maldito.
—Adelante, puedes tomarla, no hay
ningún truco en eso— Rodó los ojos con fastidio.
—¿Por qué debería confiar en ti?—
preguntó frunciendo el ceño.
—Porque a diferencia de una escoria
ladrona, la palabra de un príncipe vale, rata escurridiza— le respondió
ofendido siquiera por la duda.
El príncipe gruñó y se enderezo
descruzando sus brazos y caminando al mueble sacando la bolsa y lanzándola a Desya,
que la tomó por reflejo sin saber qué demonios pasaba ahí.
—Toma, eres lo más divertido que me
ha pasado últimamente así que te propongo un juego— Desya no quitó la mirada
del príncipe por mucho que quisiera comprobar el contenido de la bolsa, estaba
alerta, sentía que si se descuidaba un solo instante sería presa fácil para
aquel sujeto.
—No soy el juguete de nadie— replicó
apretando la bolsa y preguntándose si podría correr hacia la ventana lo
suficientemente rápido como para que no lo alcanzara. Pero el príncipe estaba
más cerca del balcón, quizá si lo hacía moverse…
—Oh, pero eres un ladrón ambicioso
como cualquiera. Si aceptas jugar conmigo te dejaré ir hoy y no sólo eso— El príncipe
comenzó a caminar hacia Desya y éste a alejarse intentando cambiar de
posiciones y ser él quien quedara más cerca de la que había sido su salida
provisional.
—¿Si? ¿Qué más?— le siguió la
corriente, dibujando un semicírculo con sus pasos, él y Maximilian parecían un
par de leones midiendo su fuerza antes de lanzar la primera mordida, aunque él
en realidad se preparaba para escapar.
—Dejaré una bolsa igual cada semana
en ese cajón— agregó.
La afirmación captó por completo la
atención de Desya y detuvo su huir por un segundo, completamente desconcertado.
—¿Cómo?— qué demonios tenía aquel
príncipe en el cerebro ¿arena?
—Lo que oyes ladronzuelo, dejaré una
bolsa aquí cada semana, ese será el juego, si tu escapas ganas y puedes
quedarte la bolsa, no te perseguiré, si te atrapo, entonces yo gano.
—Tu ganas ¿y entonces qué?— preguntó
desconfiado, más interesado en llegar a la ventana y saltar que realmente en
escuchar su respuesta.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en los
labios del príncipe. Le dedicó una lenta mirada desde los pies hasta el
anticuado antifaz de tela que el ladrón usaba.
Me a gustado mucho, gracias por compartir :D
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