jueves, 27 de abril de 2017

+money -Capítulo 9


Capítulo 9



Adele y Bill salieron de la bonita casa residencial, la encantadora mujer, delgada y de cabello ya casi gris en su totalidad, caminaba derecha igual que su marido pero se notaba nerviosa.

—Bill ¿estás seguro de esto? – preguntó la mujer— esto... ¿no es inmiscuirse demasiado?— preguntó.

—¿Qué quieres que te diga mujer? Ese muchacho me pidió un favor y la verdad yo no supe qué más decirle.

—Claro, qué mejor solución que lanzar a tu hermosa esposa por delante— le reclamó con un bufido y después se alisó la blusa por décima vez— ¿Cómo me veo?— consultó por también décima vez.

—Tu blusa está perfecta, mujer. Ya tranquilízate, solo vas a comer pastel— la regañó aunque se removía incómodo sobre sus pies. Aún estaba hablando cuando el auto de Theo se estacionó frente a ellos y el joven chófer de éste salió para abrirles la puerta— Esto es de lo más extraño— murmuró Bill, normalmente era él quien abría puertas.


Bill dejó que su esposa entrara primero después de que el jovenzuelo se presentara como Arturo y les anunciara que estaba ahí por ellos, pese a que Bill lo reconocía como el conductor de Theo y también al auto. Viajaron en silencio por casi cuarenta minutos a través del tráfico hasta una bonita pastelería en el centro de la ciudad.

—Vaya— exclamó la mujer nada más bajar al notar la adorable pastelería, aquel lugar era una explosión de hadas, flores, princesas y dulces, como un cuento de hadas sobre chocolate— Qué... adorable— el sitio estaba lleno de mujeres jóvenes y parejas. Era una de esas pastelerías con área de comedor, una especie de adorable cafetería incluida. En el fondo, estaba Theo sentado con una preciosa y joven mujer, de cabello rubio, muy claro, piel blanca, mejillas rojas y unos enormes ojos negros. Tenía una adorable cara de duendecillo, con la nariz respingona y una boca pequeña.


Theo se levantó al verlos entrar y se acercó con una enorme sonrisa.

—Los esperaba— tomó la mano de Adele— Usted debe ser la esposa de Bill, un placer conocerla, gracias por los panecillos de la última vez, estaban delicioso— y dejó un beso en sus nudillos.

La mujer se llevó una mano a la mejilla sonriendo y vio de reojo a su marido. Así que el muy cobarde no había tenido el valor de decirle a aquel joven que le daba un presente y se había escondido tras ella.

—No hay de qué joven, muchas gracias por tener tan contento a nuestro muchacho. ¿Mi marido mi dijo que necesitaba una opinión sobre un pastel?— Theo saludó a Bill y después los guió a la mesa.

— Bill me dijo que esos panqués eran los preferidos de Nabil y le pedí a una repostera que conozco que hiciera un pastel para él inspirado en ese sabor ¿lo probaría por mi? Quiero saber si esto le gustará— la mujer asintió y Theo le presentó a la chica. Esta a su vez mandó a buscar el pastel muestra y la mujer lo probó, le sorprendió que tuviese un sabor tan similar sin perder su toque de pastel.

Adele conversó con la joven repostera acerca de los gustos de Nabil y Theo confirmó lo que ya sabía. Nabil era un hombre de cosas dulces.

Theo llevó a la pareja a cenar y aunque Bill era un hombre reservado consiguió bastante más información de los gustos de Nabil de la cariñosa Adele, por suerte aún tenía su toque con las mujeres. Cuando cerca de las diez de la noche los estaba enviando ya cansados a su casa, detuvo un momento a Bill.

—Escuche Bill, yo estoy planeando todo esto pero creo que ya notó que es un secreto— El hombre asintió— La cuestión es... Nabil no me ha pedido salir ese día y creo que ambos sabemos que no lo hará— Bill volvió a asentir.


—Nabil es tímido con cosas como cumpleaños aniversarios o fechas especiales— por ejemplo Nabil jamás intentaba celebrar su cumpleaños, él no quería imponerle a los demás aquella clase de cosas.

Theo asintió y se humedeció los labios intentando encontrar una forma de continuar.

—La cosa es, si yo lo invito, él quizá sospeche lo que pretendo. Usted es su chófer y sé que debe tener planes con su esposa... solo me preguntaba...— Theo no sabía como pedirle que lo ayudara cuando era tan obvio que tenía una pareja a la que amaba a la que seguramente quería dedicarle su propio tiempo.

—Descuide— le cortó Bill— Adele y yo somos mayores, Nabil nos regaló entradas para la ópera y una reservación en un precioso restaurante. No somos tan jóvenes como para celebrar todo el día. Aunque creo que usted tiene todo un día planeado— El tono de Bill titubeó— Supongo que quiere que le ayude a reunirse con el joven— Bill jugó con sus manos— Yo podría decirle que Adele quiere que vaya a comer a casa para agradecerle el gesto, el jamás le dice que no a Adele. Podría llevarlo a donde usted me indique.

Theo sonrió ampliamente.

—Bill, hay un lugar especial en el cielo para personas como usted— le aseguró tomándolo por los hombros con afecto.

Bill rodó los ojos.

—Ociosos sin nada mejor que hacer seguramente. Deme la dirección y la hora y lo llevaré para usted señor, sólo...— Bill se quedó callado.

Theo se preocupó por el repentino silencio.

—¿Qué ocurre Bill?— indagó.

—No lo lastime señor, es un niño sin suerte en cosas del corazón, quiero creer que usted llegó a darle un poco de alegría. Tuve la suerte de que Adele entrara en mi vida y se quedara. No sé mucho de estas cosas modernas de hombres con hombres pero si es cuestión de amor espero que sea tan increíble como el que mi Adele me regaló a mi— habló humildemente, sabiendo que quizá escuchar esas cosas de un viejo como él era algo molesto, pero lo tenía que decir.

—No hay otra cosa que desee más que hacer a Nabil feliz, Bill. Confié en mí, le prometo que no lo defraudaré.

Bill asintió en silencio y entró al auto con su esposa, Theo los vio marcharse y la joven repostera se paró a su lado.


—Theo, no llevamos mucho tiempo de conocernos, pero nunca te había visto tan entusiasmado— sonrió encantada.

Theo se rió por lo bajo y negó mirando el suelo.

—Te equivocas Sasha— la pequeña y bonita mujer levantó la mirada.

—¿Es normal para ti esforzarte tanto por una celebración de san Valentín?— preguntó curiosa, con una de esas expresiones de dulce niña inocente que le salían tan natural.

—No, pero me refiero a ti y a mí, nos conocemos desde que comenzaste a salir con Arturo, esos son dos años ya— la mujer se llevó la mano a los labios pensativa.

—Es cierto, en realidad ese no es poco tiempo ¿verdad?

Theo se encogió de hombros suspirando y viendo al cielo. No, no era poco tiempo y en esos dos años quizá había salido con unas cuatro personas más, ninguna duraba demasiado ni estaba solo mucho tiempo, una cena en un lugar romántico y caro, con algún regalo de diamantes y todo era un éxito, era la primera vez que sentía que eso no era suficiente.


—Sí que estoy entusiasmado ¿no?— preguntó divertido mientras daba vuelta para entrar de nuevo a la pastelería y la chica lo siguió con una risita burlona.



—Pareces un adolescente.








martes, 25 de abril de 2017

+Money - Capítulo 8


Capítulo 8




Nabil abrió lentamente los ojos y suspiró al sentir la mano grande en su cabello. Ronroneó en un suspiro y escuchó la suave risa junto a su oído y después unos labios fríos rozando su mejilla.



—Me voy ahora Nabil, tengo que trabajar, no te levantes, te llamare más tarde ¿ok?— Nabil abrió pesadamente los ojos y se quedó embelesado con el atractivo rostro de Theo tan cerca del suyo. 

Nabil hizo una especie de sonido afirmativo sin abrir los labios y cerró los ojos cuando Theo besó su mejilla.

—Descansa, pequeño genio— Nabil le vio salir de la habitación y se arremolinó en su cama, borracho de felicidad. Suspiró hondo y relajado volvió a quedarse dormido.

Theo salió con el mejor humor del mundo del departamento directo al elevador, sentía aquel edificio ya tan familiar. Cuando las puertas volvieron a abrirse su chófer ya estaba esperándolo y le saludó con una sonrisa.


—Buenos días Arturo— caminó hacia él con las manos dentro de los bolsillos de su abrigo.

—Parece inusualmente feliz esta mañana, señor— Arturo lucía fresco y tenía una sonrisa casi burlona.

—Es el amor, Arturo – soltó Theo sin ningún tipo de vergüenza.

Arturo se rió y negó bajando la cabeza sin poder creer que hubiese dicho eso.

—Jamás esperé verlo así jefe, pero recuerdo mis primeros meses con mi novia, caminaba entre nubes— Theo llegó a su altura.

—Estoy muy por encima de las nubes, Arturo— le aseguró y escuchó un carraspeo a su lado, Theo volvió la mirada notando por primera vez al chofer de Nabil que hasta ese momento había estado fuera de su rango de visión parado junto al auto de su amante justo tras uno de los pilares del estacionamiento— Buenos días— le saludó educadamente dejando la conversación con su propio conductor y el anciano inclinó la cabeza respetuosamente.

—Buenos días señor, espero que tenga un buen día— le deseó y Theo notó que se había ganado al sujeto, cosa curiosa.

—Cuide a Nabil, Bill— le sonrió cuando Arturo le abrió la puerta del auto y entró— Se lo encargo – agregó desde el interior del auto antes de que este arrancara. Bill sonrió un poco, eso de un hombre estando junto a otro hombre había sido algo difícil de asimilar al principio pero finalmente había decidido que no era su trasero y no era su asunto, por lo que ahora genuinamente se alegraba de que su jefe hubiese conseguido al fin un amante de verdad.

Bill dirigió su mirada extrañada al elevador, en un gesto de confusión. Y es que solo había algo que lo confundía, ambos amantes parecían encantados, embobados para ser más claro, el uno con el otro, entonces... ¿por que seguían viéndose en aquel penthouse?



En su auto, Theo comenzó a revisar su agenda, San Valentín estaba a tres días, un miércoles, mitad de semana, pero él ya había hecho arreglos para trabajar como esclavo esa mañana, tener la noche libre y el día siguiente también, al menos hasta medio día.

—Arturo ¿qué noticias tiene tu prometida sobre el pastel que necesito?— le preguntó.

Arturo levantó la mirada un segundo, observando por el retrovisor antes de contestar.

—De hecho estaba por mencionarle el asunto, ella preparó un pastel de muestra para usted. Si quiere que tenga uno listo para el miércoles en la tarde tiene que ir a probarlo hoy, jefe.

Theo asintió y se quedó pensativo varios segundos. Después de pensarlo bien guardó su celular y su agenda electrónica en su abrigo y le dio unas palmaditas al asiento del copiloto frente a él.

—Da vuelta en donde puedas, tenemos que regresar al departamento de Nabil— ordenó apresuradamente, observando la calle en la que se encontraban— ahí adelante hay un retorno. Da la vuelta.

Arturo obedeció notoriamente confundido.

—¿Qué sucede jefe? Va a llegar tarde al trabajo— su jefe, aun saliendo con Nabil, era siempre puntual. Nunca hacía referencia a ello ni lo apresuraba para llegar a tiempo, pero a la fecha jamás había llegado tarde a ninguna de sus citas de trabajo, Arturo solo había asumido que para Theo, la puntualidad era importante.

—Vamos Arturo, soy el dueño de la compañía, nadie va a despedirme por llegar media hora tarde— renegó ligeramente ansioso.

Arturo frunció el ceño y le vio por el retrovisor.


—Señor, hemos conducido casi diez minutos, me tomará otros diez volver y otros diez regresar a este punto, quizá le parece poco pero solo con eso el tráfico nos retrasará más de una hora.

Theo rodó los ojos y le vio amenazante.

—Obedece Arturo, no soy tan mal jefe como para despedirte, pero si mi cita se arruina por que no volvimos a tiempo le diré a tu romántica novia que arruinaste mi cita perfecta con mi amante, no espera, no con mi amante, con "el amor de mi vida", eso sonara más dramático— le aseguró y Arturo pasó duro.

—Usted no se atrevería, ella no me hablaría por una semana entera— Theo se cruzó de brazos y se echó atrás recargando la espalda en el costoso asiento de piel de su auto.

—Conduce— le ordenó tajantemente.



Arturo no dijo nada más y condujo sin chistar de vuelta al edificio de Nabil, cuando se estacionaron junto al auto de este, Theo suspiró aliviado al ver que Bill aún estaba ahí. Contento, bajó del auto y se acercó al hombre con una sonrisa.

—Bill, no sabe qué gusto me da encontrarlo todavía aquí— el anciano frunció las cejas y le dedicó un asentimiento a modo de saludo antes de hablar.

—¿Por qué me busca, señor?— cuestionó intrigado y enseguida añadió— ¿Puedo hacer algo por usted? – preguntó solícito.

Theo sonrió ampliamente y asintió con una expresión juguetona.

—En realidad si, Bill. Me gustaría que me acompañara a un sitio esta tarde ¿es posible que me acompañe?— pidió con una enorme sonrisa.

El viejo chófer arqueó las cejas y parpadeó dos veces preguntándose si había escuchado bien.

—¿Quiere que YO lo acompañe a un sitio?— intentó asegurarse de que no había escuchado erróneamente.

—Así es Bill, me gustaría que usted me acompañara a un sitio ¿tiene tiempo esta tarde? En verdad se lo agradecería mucho— casi le rogó.

El anciano asintió.

—Claro... desde luego que puedo, pero ¿para qué me necesita?— El anciano en verdad no podía imaginar cómo podía un hombre como Theo necesitar algo de él.

El joven y rubio billonario se humedeció los labios antes de continuar.

—Bueno... verá, San Valentín está a la vuelta de la esquina y no quería darle solo una predecible caja de chocolates a Nabil, los panecillos que me dio la última vez me llegaron caídos del cielo, mandé a hacer un pastel inspirado en ese pastelillo y me preguntaba si podría probarlo y decirme si es la clase de dulce que a Nabil le gustaría— le explicó y el anciano parpadeó varias veces.

—¿Usted mandó a hacer un pastel de San Valentín para el joven?— habló lentamente. Él jamás había visto a Nabil festejar San Valentín. Bueno, era un hombre que salía con hombres, así que quizá inconscientemente pensaba que era normal no celebrar aquella clase de fechas cursis pero... si lo pensaba bien... Nabil era la clase de chico que lloraría de felicidad por un gesto así, siempre se ponía sentimental cuando su esposa le horneaba pastel el día de su cumpleaños— Claro... yo puedo ir, pero...— se lo pensó, el quizá no era el más adecuado para eso.



—¿Pero...?— inquirió Theo preocupado.

—Bueno, quizá sería mejor si llevo a mi esposa, ella es la que siempre hace dulces para el joven Nabil y es quien conoce mejor sus gustos— propuso humildemente.

Theo sonrió encantado.

—¡Perfecto! ¿Ella es quien horneó los panecillos que me llevó?— preguntó y vio al hombre asentir— Entonces perfecto, enviaré a mi chofer por ustedes. ¿A dónde debería recogerlos?— preguntó y esperó a que el anciano sacara un papel y un bolígrafo del auto de Nabil y le escribiera una dirección. Bajo esta también escribió un número.

—Es mi número telefónico, si hay algo en lo que pueda ayudarle en el futuro no dude en llamar señor— le aseguró. Si ese hombre hacía feliz a Nabil él estaba más que satisfecho de ayudarlo a seguir haciéndolo.

—Lo aprecio mucho, Bill— Vio la dirección – mi auto pasara a recogerlos sobre las seis de la tarde ¿le parece bien?— esperó su aprobación.

El hombre accedió. Desde que estaba con Theo, si Nabil no tenía una cita con éste él estaba libre después de llevar a Nabil a su verdadero departamento, si acaso había que hacer alguna compra para él, se tomaba unos minutos más en ir al supermercado más cercano y su día de trabajo terminaba.

—Lo estaré esperando.



Theo se retiró después de despedirse de Bill, y tal y como su empleado le había dicho, llegó más de una hora tarde, pero nadie se quejó, no cuando el magnate estaba de tan buen humor y tan eficiente, era simplemente perfecto.





jueves, 6 de abril de 2017

+Money - Capítulo 7


Capítulo 7

Nabil jadeó mientras intentaba con dificultad masticar la papa frita en su boca y tragar.

Aquello era tortura, no podía ser otra cosa.

-¿Qué pasa Nabil? ¿no dijiste que era... tu parte favorita del combo?- preguntó Theo mientras le mordía el mentón.

-Ah... por... por favor...- gimió Nabil- No me... tortures- rogó.

Nabil estaba completamente desnudo, a horcajadas sobre Theo, estaban en el comedor y el más alto sólo se había abierto lo suficiente el pantalón para sacar su erección y penetrar a Nabil y torturarlo obligándolo a comer mientras se mantenía dentro de él. Nabil amaba las papas fritas, de verdad que sí, pero en esos momentos solo quería que Theo se moviera y lo jodiera.
 



-¿Tortura? ¿Es una tortura para ti estar conmigo Nabil?- preguntó comenzando a acariciar su miembro con la mano izquierda- Rompes mi corazón- sonrió tomando una papa con la mano derecha, poniéndole catsup y dándosela en los labios- Yo sólo quiero darte las cosas que te gustan... tus amadas papas... para tu boca- Comenzó a masturbarlo un poco más rápido- Y mi pene en tu trasero... ¿no te gusta?- Nabil gimió sin tomar la papa y dejándola caer al suelo, intentando mover las caderas pero como las veces anteriores Theo le sujetó con ambas manos.

Nabil buscó la boca de Theo en un intento por apaciguar su ardiente deseo aunque Theo lo interpretó como una forma de hacerlo ceder, seduciéndolo con sus besos.

-Gmmm- gimió entre el beso y apretó a Nabil contra su cuerpo- De verdad eres tramposo, Nabil- gruñó y lo levantó por las nalgas haciéndolo abrazarlo con las piernas, Nabil jadeó cuando por aquel cambio Theo se movió en su interior.

-No... no lo soy- gimió abrazándolo fuerte para no caerse, su voz sonó agitada en el oído de Theo y su aliento acarició aquella zona sensible.

Lo siguiente que Nabil supo es que habían ido a dar a la cama y que el placer le había nublado la mente durante varios minutos.

Media hora más tarde Nabil aun se recuperaba de su orgasmo jadeante en la cama, con Theo tumbado a su lado no en mejor estado.

-Dejamos la cena a medias- se rió Theo y Nabil se llevó un brazo cubriéndose los ojos. Theo lo abrazó por la cintura- ¿Qué sucede?- preguntó besándole un hombro y Nabil se descubrió apenas, tenía aquel adorable rubor en sus mejillas, casi perdiendo sus pecas- ¿Por qué te avergüenzas? No es lo más intenso que hemos hecho... creo- Nabil volvió a cubrirse el rostro.

-No tengo idea de cómo tú no estás avergonzado- respondió y Theo se rió de buena gana.

-¿Qué? ¿Quieres comenzar a hacerlo con la luz apagada? Porque entonces creo que tendremos que empezar un careo. Soy definitivamente partidario de la luz encendida... pero podría ceder si me concedes un capricho también- Nabil no iba a cambiar a hacerlo con la luz apagada, principalmente porque aunque le avergonzaba su cuerpo, le gustaba ver el de Theo, la sonrisa tan sexy que tenía cuando lo hacía. Pese a ello sintió curiosidad.


-¿Capricho?- preguntó y Theo se acomodó recargándose en uno de sus brazos, semirecostado para poder verle a la cara.

-En realidad más que un capricho. Hay algo que he estado pensando, no le daré demasiadas vueltas- Nabil se preguntó qué iba a pedirle, a Theo no se le dificultaba instarle a hacer lo que quisiera cuando estaban en la cama, así que solo pudo pensar en que debía ser algún asunto monetario.

-Está bien- lo alentó a continuar. Haciendo un recuento mental de su estado de cuenta.

-¿Te gustaría que nos hiciéramos análisis?- Nabil no conectó de inmediato las palabras, parpadeó un par de veces con la mente en blanco hasta que logró que su cerebro entendiera que se refería a análisis médicos, aun así no entendió de inmediato.

-¿Para qué?- preguntó inocente y curioso ¿Theo necesitaba algún tipo de donación? ¿De sangre tal vez? Su cabeza loca inmediatamente comenzó a funcionar y de alguna manera se pregunto si Theo necesitaba algún tipo de donante.


-¿Necesitas un órgano?- preguntó alarmado- Claro, los tomaré... yo...- pero Theo le colocó un dedo en los labios comenzando a reír sin poder evitarlo.

-Nabil, eres un encanto- se burló, no podía creer que hubiese entendido que necesitaba un donante y menos aún que estuviese tan receptivo al asunto- Hablaba de análisis médicos para corroborar nuestra salud- Nabil mostró el mismo rostro confundido y Theo frunció ligeramente el ceño- Sexo, condones...- enumeró hasta que notó que Nabil comenzaba a captar de que hablaba y abría enormemente los ojos- Nabil ¿estás viéndote con alguien más?- preguntó y sin querer su voz salió algo irritada.


Nabil negó rápidamente.

-¡No!- casi gritó- no, no, no... claro que no. Digo, no veo a nadie más... ¿por... por qué necesitaría... a alguien más?- y aunque la respuesta de Nabil fue en un sentido práctico, la cabeza enamorada de Theo lo entendió como una confesión de amor.

-¿Entonces qué dices? No quiero decir que quiero dejar de usar por completo protección, es decir... sé que debe ser incómodo para ti si no lo uso- Él nunca había estado abajo, pero suponía que eso de tener el trasero lleno de semen no debía ser cómodo ni fácil de limpiar... aunque tampoco podía negar que la idea le resultaba excitante, algo de su macho alfa retrógrada interior debía tener que ver con la idea- Pero no estaría mal sentir tu boca directo en mi alguna vez... ¿no te gustaría sentir la mía?

Nabil parecía hechizado, observaba el rostro de Theo preguntándose si no estaba soñando, ¡claro que le encantaría sentir su boca directo en su piel! Pero por encima de eso ¿Theo de verdad quería que fueran exclusivos?

-Me... me gusta la idea...- respondió, la voz no le salió del todo clara simplemente porque estaba tan emocionado que la voz se le ahogaba. Theo sonrió complacido y el corazón le martilleó en el pecho.

-¿Quieres que vayamos juntos?- Nabil asintió y Theo acercó sus labios a los suyos, besándolo lento, con una sensualidad que le derritió el corazón- Entonces agendaré una cita y nos veremos pasado mañana ¿qué te parece?- Nabil volvió a asentir efusivamente sin que la voz le saliera.

Nabil estaba tan emocionado que no reparó en que el rostro de Theo era el de un niño al que le dices que mañana es navidad. Estaba sonriente y alborozado.

-Entonces es una cita. ¿Qué dices si nos damos un baño, caliento las hamburguesas en el microondas y cenamos antes de dormir? No te molesta si me quedo aquí ¿no?- Hasta ahora Theo solo se había quedado porque caía rendido después de coger como conejos. Era la primera vez que hablaba de quedarse solo por dormir con él y Nabil sintió que podía llorar.

-¿Cómo podría molestarme?- respondió aún emocionado y Theo como única respuesta volvió a besarlo con ansias.

Nabil no podía ser lo más adorable que había visto en su vida, pero de alguna forma cada expresión del chico le derretía el corazón, había encontrado al único para él. Y era suyo, casi no podía creer lo perfecto que Nabil era y lo mucho que el chico lo adoraba. Diablos ni siquiera estaba seguro de merecer un amor tan dulce como el de pelirrojo.

Theo poco consciente era de que desde el punto de vista de Nabil, lo estaba comprando.










sábado, 1 de abril de 2017

Cinderella Boy's - Prólogo


Prólogo



Érase una vez un joven como cualquiera... bueno, tal vez no como cualquiera, su padre había abandonado a su familia desde hacía varios años y su madre se había rehusado a dejar su vida de señora rica y prestigiada, el dinero se les estaba acabando después de algunos años de despilfarro desconsiderado por parte de las dos mujeres de la familia.

Aquella tarde, cuando Desya fue llamado por su madre con "urgencia", sabía que no podía deberse a otra razón más que al dinero, ese que nuevamente les escaseaba.

— ¿Me llamó madre?—el joven primogénito de la familia no vestía las ropas acordes a su clase social como lo hacían sus hermanas, éstas aunque pulcras y en buen estado tenían una calidad inferior. En comparación resultaban pobres y patéticas. La diferencia tan marcada entre madre e hija y el único varón era tan marcada que había llegado al punto de hacer creer a la gente que el joven y atractivo muchacho no compartía sangre con la dama.

La condesa de Friggs trataba a su hijo como si fuese un sirviente más, era notoria la evidente predilección que tenía por su hija menor, la preciosa Serena. La menor de los Friggs era una muchacha castaña de ojos marrones, con rostro inocente, redondas mejillas, ojos grandes y boca pequeña, la imagen de un verdadero ángel y el corazón corrompido por la ambición.

Cuando habían llegado al pueblo, Desya ya tenía un año así que nadie había visto encinta a su madre, por lo que no era raro escuchar rumores sobre su ascendencia.

—Desya... tu aspecto es una vergüenza como siempre— la mujer le vio levantando el rostro dirigiéndole una mirada de desaprobación, frunciendo los labios y arrugando la nariz.

La dama no profesaba el natural amor que experimenta una madre por su hijo, al contrario siempre que lo tenía enfrente tenía que soportar su desagrado, aquellos ojos, aquel cabello rubio, incluso los mismos gestos de un estúpido soñador ¡era igual al desgraciado de su padre!

— Pero qué le vamos a hacer- bufó abriendo su abanico y tomando aire por la nariz para mantener la calma- Después de todo, eres tan solo tú...—añadió despectivamente, abanicando su rostro y desviando la mirada para evitar verlo.

Desya sólo apretó un poco los puños ante sus palabras y tomó aire lentamente cerrando los ojos, que estuviese acostumbrado al trato frío y cruel de su madre no quería decir que doliera menos. No tenía idea de por qué lo detestaba tanto y de no ser por su asombroso parecido con las pinturas de su padre a su edad, él mismo dudaría de ser en realidad su hijo.

— Desya, el dinero se nos está acabando— la mujer habló con impaciencia, caminando hacia su sillón favorito y colocando una mano en el respaldo, dándole la espalda.

—Lo sé—le aseguró y la mujer lo miró molesta.

—¿Y qué piensas hacer?- exigió saber cerrando el abanico y señalándolo con él- Eres el hombre de la casa, tu obligación darnos a tu hermana y a mi una vida digna, por lo menos para eso podrías servir- le miró de arriba abajo, reiterando con su mirada de desapobación que no parecía ver nada de valor en él.

-No creo que tengamos una vida indigna madre- le aseguró con paciencia. Cuando su padre había desaparecido en una cacería él aún era un niño, para cuando había podido tomar posesión de las tierras de su padre, su familia ya estaba en desgracia, su madre se había encargado de despilfarrar el dinero y pedir préstamos por grandes sumas con otros nobles. Él era un buen administrador pero apenas y podía con todas las deudas y las exigencias de su madre y hermana.

-Ah ¿no te lo parece? - preguntó alterada, exaltada como si no pudiese creer lo que escuchaba- ¡¿Te parece que la forma en que vivimos es digna de una condesa?!— le gritó extendiendo las manos señalando con el gesto todo el salón. Desya la observó detenidamente, aguantándose las ganas de decirle que desde que su padre muriera ella no era más una condesa.

-Me lo parece-le aseguró y cerró los ojos cuando el abanico de su madre se estampó dolorosamente contra su rostro.

-¿Intentas humillarme muchacho? ¿esto? ¿esta pocilga? ¿digna de mi?- la mujer respiraba agitadamente y su rostro se había encendido con el sangre acumulada en su rostro.

—Hago todo lo que puedo, madre. Usted adquirió deudas muy grandes, si pudiese... aceptar un estilo de vida más humilde, sería más fácil recuperarnos— la mujer se acercó a él y de una bofetada le volteó la cara.

—¿Cuánto más quieres que nos rebajemos? ¡¿Más humilde?! Con el trabajo mediocre que haces no tienes sino miserias. Te vistes como un pordiosero y vas por ahí dando lástima y ¿encima quieres que tu hermana y yo nos rebajemos mas? — la mujer abanicó su rostro con sus manos, escandalizada. Su rostro se había enrojecido aún mas por el enojo— ¿Cómo esperas que con eso tu hermana pueda casarse con un hombre digno de ella?¿De nuestra clase?— le plantó otra bofetada— ¡No seas ridículo!— se alejó de él—¡Tu hermana va a casarse con un noble!- se giró a él y lo señaló- ¡¿Entiendes?!- bufó y se encogió de hombros viendo al techo-Un duque, por lo menos- parloteó mientras caminaba por la lujosa habitación imaginando seguramente su maravilloso futuro -Un hombre que va a sacarnos de esta miseria- suspiró y sólo de imaginarlo una sonrisa afloró en su rostro justo antes de volver a mirar su alrededor y hacer una mueca de desagrado encogiendo las manos para no tocar nada- Ésta en la que nos estás hundiendo- negó, parpadeando varias veces, pasando y aclarándose la garganta-Mientras tanto no nos queda de otra que depender de ti— soltó con desgano en la voz, viéndolo de reojo.

Desya la veía con ira contenida, pero no se movió de su sitio aún a pesar de los golpes, sólo aguardó pacientemente a que su madre terminara su monólogo.

—Le aseguró, madre, que hago lo mejor que puedo

La dama sólo rodó los ojos fastidiada.

-¿Y qué espera que haga?— Agregó Desya casi retóricamente.

La mujer sonrió.

—Hay mucha gente en este pueblucho- comenzó a hablar despacio, mientras una falsa y malévola sonrisa comenzaba a formarse en su rostro- Gente que podría "donarnos" algo de sus riquezas...— terminó de hablar juntando ambas manos y girándose a Desya, esperando que su hijo entendiera lo que intentaba decirle.

Desya frunció el ceño y se echó atrás.

—No estará insinuando que robe—Su madre tenía muchos defectos, pero que algo así era completamente diferente. El muchacho no lo podía creer ¡estaba escandalizado!

—No lo hago Desya- la mujer rodó los ojos exasperada por la mojigata reacción de su hijo- Te lo ordeno- agregó mirándolo con expresión seria, los labios rectos y las cejas fruncidas- Por una vez en tu vida, sé útil - volvió a dedicarle aquella mirada que lo recorría entero- Ocupa ese cuerpo escuálido que tienes para algo productivo.

Desya solo apretó los dientes tan fuerte que le dolió la mandíbula.

— No me mires así...— Gruñó la excondesa fastidiada por la insolencia en la expresión del muchacho. Esos ojos... especialmente cuando se indignaba así, eran idénticos a los de aquel hombre –Eso es todo lo que tengo que decirte...- desvió la mirada, simplemente no podía con las similitudes de padre e hijo- Lárgate de mi vista— ladró y se giró hacia las paredes para no enfrentarse a aquella mirada.

Desya tan solo hizo una reverencia y salió de la habitación.

¿Robar?¡¿Robar?! Incluso su madre debería tener un límite para sus caprichos ¡¿en serio pretendía que robara?!

Apretaba tanto los puños que sus nudillos se habían puesto blancos.

Estaba fuera de sí, aún no podía creer lo que acababa de escuchar.

Pasó frente a uno de los salones de la casa y las risas lo hicieron volver la mirada dentro, ahí estaba su hermana, su hermosísima hermana tomándose medidas para un nuevo vestido; Estaban prácticamente en quiebra y a la muchacha sólo le preocupaba tener un vestido nuevo que se viera bien junto al de sus amigas ¿Qué le había pasado a la niña que acudía a él porque le daba miedo la oscuridad? ¿qué había pasado con aquella pequeña que sonreía sinceramente y jugaba en el lodo sin importarle si sus caros vestidos se ensuciaban? ¿Qué había pasado con ella? ¿En qué momento había dejado de sonreír al mundo para sólo sonreír al mejor postor? Meneó levemente la cabeza negando y siguió su camino, necesitaba dar un paseo, despejar un poco su mente... la verdad solo quería un momento de tranquilidad.

Salió fuera de la mansión en la que vivían, uno de los pocos sirvientes que le quedaban le preguntó si deseaba su caballo pero Desya negó. El viento soplaba suave y el sol estaba en lo más alto del firmamento, era un buen clima para caminar.

Sus pasos lo llevaron por un sendero que desde niño siempre había adorado; conducía al bosque pero pasaba por varios sembradíos. Podías caminar bajo la sombra de los arboles a la orilla de la vereda y ver a los campesinos trabajar, al tiempo que podía admirar su tierra produciendo.

El sol ya se había movido varios grados en el firmamento cuando una voz conocida llamó su atención y se percató de lo mucho que había caminado, pensando realmente en nada.

—Joven Desya-no era raro que algunos de sus trabajadores mas jóvenes le llamaran por su nombre, muchos habían sido sus amigos de juegos en la infancia- Qué extraño verle por acá— una campesina morena y voluptuosa le sonreía con una canasta de nabos entre sus manos— ¿Qué hace por aquí? ¿No debería estar con los compradores en el pueblo?

No debía, por suerte, sus compradores habían cancelado la cita, lo cual era afortunado pues de no haberlo hecho no habría llegado y en esos momentos estaría en serios problemas al perder a sus mejores clientes y además hacerse una mala reputación. Su tierra no había producido durante muchos años, así que el que hablaran bien de su cosecha era primordial para volver al negocio.

—¿O qué? ¿Ha venido a verme?—La mujer sonrió coquetamente.

Desya sólo sonrió, notando que no había respondido a nada aún y ahora la chica se le estaba insinuando, no es que no hubiera pasado antes, Maya podía ser una chica bastante coqueta e interesada, pero no era mala persona.

—En realidad estaba caminando y no me di cuenta que había llegado hasta este sitio — se masajeó la nuca, ese era el camino que conducía al palacio real, no era el camino hacia el bosque, desvió un poco el rostro evadiendo la mirada de Maya.




"Que imbécil"

Aún a pesar de adorar tanto el paisaje de aquella senda, había terminado tomando la bifurcación equivocada.

—Es hermoso ¿no?— Desya miró a Maya algo confundido pero se percató que ella miraba a donde él había extraviado la vista, en esa dirección estaba el palacio.

"Debió pensar que miraba para allá"

—Es solo un edificio— comentó el rubio despreocupadamente y Maya sonrió.

—Bah... como tú vives en una mansión no debe parecerte nada sorprendente ¿no? ustedes tienen dinero— Suspiró la chica y volvió a fijar su mirada en la espectacular construcción.

Desya sonrió

"En realidad estamos en quiebra"

Pensó.

— Aun así ¿te imaginas vivir en un palacio así? Tener todo y de todo, poder, fortuna, comprar lo que se te viniera en gana...—Expresó ilusionada.

Desya sólo la observó.

—Hay cosas que no se compran Maya— le aseguró con tono amable y condescendiente.

La chica suspiró.

—Bah... de todos modos no tiene caso pensar en eso ¡ah!—Respondió completamente derrotada— Jamás estaré en un lugar así... — miró a Desya— Bueno guapo, esta belleza se marcha o el cabeza de nabo de mi jefe va a reñirme de nuevo— Desya le sonrió en respuesta.

—Adiós Maya — Ella le mandó un beso con la mano, guiñándole un ojo y se fue de ahí.

—El palacio...— Desya se quedó viendo... Era verdad, el palacio era económicamente rico — Robarles a ellos es como quitarle un pelo a un gato...— Si tenía que robar, por lo menos que fuese en un lugar donde no afectara ¿verdad? Si robaba en el pueblo perjudicaría a gente que trabajaba duro para ganar lo que tenían, el palacio era rico...— Supongo que es mejor ahí...— suspiró.

"Solo espero que no me pesquen"