sábado, 1 de abril de 2017

Cinderella Boy's - Prólogo


Prólogo



Érase una vez un joven como cualquiera... bueno, tal vez no como cualquiera, su padre había abandonado a su familia desde hacía varios años y su madre se había rehusado a dejar su vida de señora rica y prestigiada, el dinero se les estaba acabando después de algunos años de despilfarro desconsiderado por parte de las dos mujeres de la familia.

Aquella tarde, cuando Desya fue llamado por su madre con "urgencia", sabía que no podía deberse a otra razón más que al dinero, ese que nuevamente les escaseaba.

— ¿Me llamó madre?—el joven primogénito de la familia no vestía las ropas acordes a su clase social como lo hacían sus hermanas, éstas aunque pulcras y en buen estado tenían una calidad inferior. En comparación resultaban pobres y patéticas. La diferencia tan marcada entre madre e hija y el único varón era tan marcada que había llegado al punto de hacer creer a la gente que el joven y atractivo muchacho no compartía sangre con la dama.

La condesa de Friggs trataba a su hijo como si fuese un sirviente más, era notoria la evidente predilección que tenía por su hija menor, la preciosa Serena. La menor de los Friggs era una muchacha castaña de ojos marrones, con rostro inocente, redondas mejillas, ojos grandes y boca pequeña, la imagen de un verdadero ángel y el corazón corrompido por la ambición.

Cuando habían llegado al pueblo, Desya ya tenía un año así que nadie había visto encinta a su madre, por lo que no era raro escuchar rumores sobre su ascendencia.

—Desya... tu aspecto es una vergüenza como siempre— la mujer le vio levantando el rostro dirigiéndole una mirada de desaprobación, frunciendo los labios y arrugando la nariz.

La dama no profesaba el natural amor que experimenta una madre por su hijo, al contrario siempre que lo tenía enfrente tenía que soportar su desagrado, aquellos ojos, aquel cabello rubio, incluso los mismos gestos de un estúpido soñador ¡era igual al desgraciado de su padre!

— Pero qué le vamos a hacer- bufó abriendo su abanico y tomando aire por la nariz para mantener la calma- Después de todo, eres tan solo tú...—añadió despectivamente, abanicando su rostro y desviando la mirada para evitar verlo.

Desya sólo apretó un poco los puños ante sus palabras y tomó aire lentamente cerrando los ojos, que estuviese acostumbrado al trato frío y cruel de su madre no quería decir que doliera menos. No tenía idea de por qué lo detestaba tanto y de no ser por su asombroso parecido con las pinturas de su padre a su edad, él mismo dudaría de ser en realidad su hijo.

— Desya, el dinero se nos está acabando— la mujer habló con impaciencia, caminando hacia su sillón favorito y colocando una mano en el respaldo, dándole la espalda.

—Lo sé—le aseguró y la mujer lo miró molesta.

—¿Y qué piensas hacer?- exigió saber cerrando el abanico y señalándolo con él- Eres el hombre de la casa, tu obligación darnos a tu hermana y a mi una vida digna, por lo menos para eso podrías servir- le miró de arriba abajo, reiterando con su mirada de desapobación que no parecía ver nada de valor en él.

-No creo que tengamos una vida indigna madre- le aseguró con paciencia. Cuando su padre había desaparecido en una cacería él aún era un niño, para cuando había podido tomar posesión de las tierras de su padre, su familia ya estaba en desgracia, su madre se había encargado de despilfarrar el dinero y pedir préstamos por grandes sumas con otros nobles. Él era un buen administrador pero apenas y podía con todas las deudas y las exigencias de su madre y hermana.

-Ah ¿no te lo parece? - preguntó alterada, exaltada como si no pudiese creer lo que escuchaba- ¡¿Te parece que la forma en que vivimos es digna de una condesa?!— le gritó extendiendo las manos señalando con el gesto todo el salón. Desya la observó detenidamente, aguantándose las ganas de decirle que desde que su padre muriera ella no era más una condesa.

-Me lo parece-le aseguró y cerró los ojos cuando el abanico de su madre se estampó dolorosamente contra su rostro.

-¿Intentas humillarme muchacho? ¿esto? ¿esta pocilga? ¿digna de mi?- la mujer respiraba agitadamente y su rostro se había encendido con el sangre acumulada en su rostro.

—Hago todo lo que puedo, madre. Usted adquirió deudas muy grandes, si pudiese... aceptar un estilo de vida más humilde, sería más fácil recuperarnos— la mujer se acercó a él y de una bofetada le volteó la cara.

—¿Cuánto más quieres que nos rebajemos? ¡¿Más humilde?! Con el trabajo mediocre que haces no tienes sino miserias. Te vistes como un pordiosero y vas por ahí dando lástima y ¿encima quieres que tu hermana y yo nos rebajemos mas? — la mujer abanicó su rostro con sus manos, escandalizada. Su rostro se había enrojecido aún mas por el enojo— ¿Cómo esperas que con eso tu hermana pueda casarse con un hombre digno de ella?¿De nuestra clase?— le plantó otra bofetada— ¡No seas ridículo!— se alejó de él—¡Tu hermana va a casarse con un noble!- se giró a él y lo señaló- ¡¿Entiendes?!- bufó y se encogió de hombros viendo al techo-Un duque, por lo menos- parloteó mientras caminaba por la lujosa habitación imaginando seguramente su maravilloso futuro -Un hombre que va a sacarnos de esta miseria- suspiró y sólo de imaginarlo una sonrisa afloró en su rostro justo antes de volver a mirar su alrededor y hacer una mueca de desagrado encogiendo las manos para no tocar nada- Ésta en la que nos estás hundiendo- negó, parpadeando varias veces, pasando y aclarándose la garganta-Mientras tanto no nos queda de otra que depender de ti— soltó con desgano en la voz, viéndolo de reojo.

Desya la veía con ira contenida, pero no se movió de su sitio aún a pesar de los golpes, sólo aguardó pacientemente a que su madre terminara su monólogo.

—Le aseguró, madre, que hago lo mejor que puedo

La dama sólo rodó los ojos fastidiada.

-¿Y qué espera que haga?— Agregó Desya casi retóricamente.

La mujer sonrió.

—Hay mucha gente en este pueblucho- comenzó a hablar despacio, mientras una falsa y malévola sonrisa comenzaba a formarse en su rostro- Gente que podría "donarnos" algo de sus riquezas...— terminó de hablar juntando ambas manos y girándose a Desya, esperando que su hijo entendiera lo que intentaba decirle.

Desya frunció el ceño y se echó atrás.

—No estará insinuando que robe—Su madre tenía muchos defectos, pero que algo así era completamente diferente. El muchacho no lo podía creer ¡estaba escandalizado!

—No lo hago Desya- la mujer rodó los ojos exasperada por la mojigata reacción de su hijo- Te lo ordeno- agregó mirándolo con expresión seria, los labios rectos y las cejas fruncidas- Por una vez en tu vida, sé útil - volvió a dedicarle aquella mirada que lo recorría entero- Ocupa ese cuerpo escuálido que tienes para algo productivo.

Desya solo apretó los dientes tan fuerte que le dolió la mandíbula.

— No me mires así...— Gruñó la excondesa fastidiada por la insolencia en la expresión del muchacho. Esos ojos... especialmente cuando se indignaba así, eran idénticos a los de aquel hombre –Eso es todo lo que tengo que decirte...- desvió la mirada, simplemente no podía con las similitudes de padre e hijo- Lárgate de mi vista— ladró y se giró hacia las paredes para no enfrentarse a aquella mirada.

Desya tan solo hizo una reverencia y salió de la habitación.

¿Robar?¡¿Robar?! Incluso su madre debería tener un límite para sus caprichos ¡¿en serio pretendía que robara?!

Apretaba tanto los puños que sus nudillos se habían puesto blancos.

Estaba fuera de sí, aún no podía creer lo que acababa de escuchar.

Pasó frente a uno de los salones de la casa y las risas lo hicieron volver la mirada dentro, ahí estaba su hermana, su hermosísima hermana tomándose medidas para un nuevo vestido; Estaban prácticamente en quiebra y a la muchacha sólo le preocupaba tener un vestido nuevo que se viera bien junto al de sus amigas ¿Qué le había pasado a la niña que acudía a él porque le daba miedo la oscuridad? ¿qué había pasado con aquella pequeña que sonreía sinceramente y jugaba en el lodo sin importarle si sus caros vestidos se ensuciaban? ¿Qué había pasado con ella? ¿En qué momento había dejado de sonreír al mundo para sólo sonreír al mejor postor? Meneó levemente la cabeza negando y siguió su camino, necesitaba dar un paseo, despejar un poco su mente... la verdad solo quería un momento de tranquilidad.

Salió fuera de la mansión en la que vivían, uno de los pocos sirvientes que le quedaban le preguntó si deseaba su caballo pero Desya negó. El viento soplaba suave y el sol estaba en lo más alto del firmamento, era un buen clima para caminar.

Sus pasos lo llevaron por un sendero que desde niño siempre había adorado; conducía al bosque pero pasaba por varios sembradíos. Podías caminar bajo la sombra de los arboles a la orilla de la vereda y ver a los campesinos trabajar, al tiempo que podía admirar su tierra produciendo.

El sol ya se había movido varios grados en el firmamento cuando una voz conocida llamó su atención y se percató de lo mucho que había caminado, pensando realmente en nada.

—Joven Desya-no era raro que algunos de sus trabajadores mas jóvenes le llamaran por su nombre, muchos habían sido sus amigos de juegos en la infancia- Qué extraño verle por acá— una campesina morena y voluptuosa le sonreía con una canasta de nabos entre sus manos— ¿Qué hace por aquí? ¿No debería estar con los compradores en el pueblo?

No debía, por suerte, sus compradores habían cancelado la cita, lo cual era afortunado pues de no haberlo hecho no habría llegado y en esos momentos estaría en serios problemas al perder a sus mejores clientes y además hacerse una mala reputación. Su tierra no había producido durante muchos años, así que el que hablaran bien de su cosecha era primordial para volver al negocio.

—¿O qué? ¿Ha venido a verme?—La mujer sonrió coquetamente.

Desya sólo sonrió, notando que no había respondido a nada aún y ahora la chica se le estaba insinuando, no es que no hubiera pasado antes, Maya podía ser una chica bastante coqueta e interesada, pero no era mala persona.

—En realidad estaba caminando y no me di cuenta que había llegado hasta este sitio — se masajeó la nuca, ese era el camino que conducía al palacio real, no era el camino hacia el bosque, desvió un poco el rostro evadiendo la mirada de Maya.




"Que imbécil"

Aún a pesar de adorar tanto el paisaje de aquella senda, había terminado tomando la bifurcación equivocada.

—Es hermoso ¿no?— Desya miró a Maya algo confundido pero se percató que ella miraba a donde él había extraviado la vista, en esa dirección estaba el palacio.

"Debió pensar que miraba para allá"

—Es solo un edificio— comentó el rubio despreocupadamente y Maya sonrió.

—Bah... como tú vives en una mansión no debe parecerte nada sorprendente ¿no? ustedes tienen dinero— Suspiró la chica y volvió a fijar su mirada en la espectacular construcción.

Desya sonrió

"En realidad estamos en quiebra"

Pensó.

— Aun así ¿te imaginas vivir en un palacio así? Tener todo y de todo, poder, fortuna, comprar lo que se te viniera en gana...—Expresó ilusionada.

Desya sólo la observó.

—Hay cosas que no se compran Maya— le aseguró con tono amable y condescendiente.

La chica suspiró.

—Bah... de todos modos no tiene caso pensar en eso ¡ah!—Respondió completamente derrotada— Jamás estaré en un lugar así... — miró a Desya— Bueno guapo, esta belleza se marcha o el cabeza de nabo de mi jefe va a reñirme de nuevo— Desya le sonrió en respuesta.

—Adiós Maya — Ella le mandó un beso con la mano, guiñándole un ojo y se fue de ahí.

—El palacio...— Desya se quedó viendo... Era verdad, el palacio era económicamente rico — Robarles a ellos es como quitarle un pelo a un gato...— Si tenía que robar, por lo menos que fuese en un lugar donde no afectara ¿verdad? Si robaba en el pueblo perjudicaría a gente que trabajaba duro para ganar lo que tenían, el palacio era rico...— Supongo que es mejor ahí...— suspiró.

"Solo espero que no me pesquen"





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