viernes, 13 de julio de 2018

Cinderella 13


Capítulo 13


En palacio la noche había caído, la celebración continuaba en el exterior y continuaría así por al menos una semana, después de todo era el príncipe quien se casaba, a Desya le habían llevado a una de las torres para que se preparase para su noche de bodas. Los sirvientes habían querido "prepararlo" adecuadamente, pero él se había rehusado, sintiéndose tocado, vestido, expuesto y analizado, escuchando cada consejo acerca de cómo debía comportarse o sobre las tradiciones de Palacio Desya fue de repente consciente de en lo que se había metido, el miedo lo estaba asaltando a cada segundo que pasaba. Se había unido a un hombre en un momento de debilidad, qué decir de debilidad, en un momento de total estupidez.

—Oh, claro que si, Desya Friggs, sí que la has hecho buena esta vez, algunos comen para vencer la depresión y ¿qué haces tú? Vas y te casas con el primer príncipe engreído que te encuentras, sí que eres original— se dijo a sí mismo mientras se paseaba por la habitación y había que decir que el castaño tenía sus puntos de mérito, la torre en la que lo habían puesto era tan alta que el árbol en el que podría saltar para escapar debía estar unos 10 metros abajo. Estrujándose los dedos se asomó a la ventana comprobando nuevamente que efectivamente era esa la distancia, más o menos— demonios, demonios, demonios....— murmuró asustado. Justo en ese momento escuchó pasos en el exterior y el golpeteo en el pecho le dijo que no podía quedarse ahí, definitivamente no podía quedarse ahí ¿qué iba a hacer? ¿Tirarse en la cama y abrir las piernas dulcemente? Al carajo si iba a hacerlo. Miró las sabanas que cubrían la enorme cama preparada para los recién casados y se preguntó cuántos metros de tela podría haber ahí, sonrió ante la oportunidad y sin dar tiempo a más, comenzó a jalar las telas y a romperlas por la mitad atando las piezas con nudos fuertes, si lograba hacer una cuerda de unos 10 mts sólo tendría que saltar uno o dos metros abajo hasta las ramas más fuertes del árbol ¿qué era lo peor que podía pasar?— solo puedo romperme el cuello— se dijo mientras seguía amarrando la tela, cuando terminó la amarró de la pata de la pesada cama que era lo más cercano a la ventana y la dejó caer por esta, Esperaba que nadie estuviese viendo hacia aquella torre, aunque con lo borrachos que estaban todos aunque lo vieran dudaba que le prestaran atención. Escuchó ruidos y se sobresaltó temiendo que no tuviese tiempo de escapar, pero nadie entró, seguramente Maximilian habría puesto guardias en la puerta para que cuidaran a su dulce noviecita, pues estaba a punto de comprobar que no era tan fácil contenerlo. En un golpe de valor y por qué no decir, también de estupidez, salió por la ventana sosteniéndose de su improvisada cuerda, descendió dando pequeños saltos esperando que la tela no cediera al roce y lo mandase a una muerte segura, cuando llegó al final de la cuerda notó que aún le faltaba un tramo para poder estar cerca de las ramas gruesas. Pasó duro y apretó más las sabanas en sus puños ¿qué iba a hacer? ¿Regresar arriesgando a que la sabana por fin cediera? ¿Y para qué? ¿Realmente estaba dispuesto a ser el juguete de cama de LeRose? No...no lo haría, saltar a las ramas sonaba mucho más atractivo, respiró hondo y se encomendó a todos los dioses, santos, ángeles y protectores espirituales que recordó.

Desya comenzó a balancearse de un lado a otro, se meció rozando las paredes de la torre hasta sentir que iba acercándose más y más a su objetivo pero en el último instante cuando pensó que en el siguiente impulso podría saltar, las sábanas dieron un tirón rompiéndose desde arriba, la tela se rasgó y él se impulsó hacia el árbol en un acto de reflejo y la tela fue rompiéndose lanzándolo directamente a las ramas. Sintió en esos momento que el corazón se le detenía, que el cuerpo se le paralizaba pero no fue así, sus reflejos hicieron acto de presencia y se agarró de lo que pudo, rompiendo un par de ramas antes de poder sostenerse de una que lo resistió. Se quedó varios segundos colgado de ahí, apenas sintiendo el calor de la sangre en su mejilla pues la adrenalina impedía que el dolor lo atormentase, se quedó ahí recuperando la respiración, regulando cada bocanada que el susto le había robado, cuando sintió que su cuerpo podría responderle de nuevo intentó subir sobre la rama pero notó que era inútil, las manos le temblaban, aún estaba temblando del susto que acababa de pasar y los dedos estaban agarrotados alrededor de la madera.

—Vamos...tranquilo...tranquilo...tienes que calmarte Desya, tampoco estuvo tan mal— se dijo a sí mismo y la voz le temblaba— solo casi mueres, nada del otro mundo, todos corremos ese riesgo— se decía mientras se empujaba para ir subiendo, cuando lo logró se abrazó al tronco del árbol— has trepado árboles muchas veces Desya, aquí ya es terreno seguro, tranquilo...tranquilo...— se dijo mientras comenzaba a descender por las ramas, recuperando una tras otra la confianza, finalmente saltando. Para cuando llego abajo las piernas aun le temblaban— No me fallen piernas, tenemos que correr.

En la cabaña del bosque Alastor se dio cuenta de que no podía seguir ahí, en primera instancia ni siquiera debía estar ahí pero después de ver a Miller en el pueblo había sido inevitable que corriera a la cabaña a asegurarse de que hubiese regresado. El rey vivía con el temor constante de que un día, Miller simplemente decidiera escapar, pero las cadenas que le había puesto eran pesadas, como el elefante que sin poder escaparse de las cadenas de pequeño, al crecer aún cree que una débil cuerda podría detenerlo.

Alastor notó que Miller aun dormía a su lado, se le veía miserable pero al menos estaba ahí, le acarició el cabello diciéndose que tendría que traerle algo la próxima vez, algo que compensara su comportamiento, era increíble que el rubio no lo odiase después de todos aquellos años. El rey dejó una última caricia en la mejilla ajena y se levantó, tenía que regresar al festejo, su hijo seguramente ya se había retirado a disfrutar de su festín personal y los embajadores de otros países podían sentirse desatendidos.

En realidad no era como si hubiese algún tipo de peligro real, pero Alastor prefería evitar cualquier enfrentamiento, cualquier situación que le impidiese concentrarse de lleno en el atractivo rubio que tenía confinado en aquella cabaña solo para su exclusivo deleite.

El rey salió de la cabaña y encendió la antorcha que iluminaba el frente de aquel refugio, monto su caballo y regresó a Palacio rápidamente, sin detenerse a contemplar su oasis personal, pues los deseos de quedarse un poco más podrían dominarle, no supo que a medio camino un rubio mucho más joven que el que tenía confinado le había visto pasar.

Desya vio pasar al jinete y supuso que lo estarían buscando ya, nervioso y exaltado de escondió entre los arboles hasta que todo rastro del hombre desapareció y entonces corrió bosque adentro, no se arrepentía de escapar pero sí que se arrepentía de no tener un plan concreto ¿a dónde se supone que podía ir? Tenía amigos pero no podía arriesgarse a que salieran perjudicados por encubrirlo, a su casa obviamente no podría regresar, dudaba que le regresaran a palacio pero también era seguro que no saldría bien parado, a aquellas alturas incluso dudaba de salir vivo. No quería arriesgar a sus amigos y a su casa regresar, ni pensarlo. Solo recordar lo que había pasado lo invadió una ola de tristeza que dio paso a la ira, aquellas dos llevaban su sangre, él lo había dado todo por ellas y a ellas sencillamente no les importaba nada más que el oro que pudiesen sacar de él, en lo que a él respectaba aquel par de mujeres no eran ni serian jamás parte de su familia nuevamente y aunque se decía que no le importaba la verdad es que la traición dolía como una maldita perra.

Cansado de correr siguió caminando a paso apresurado por el bosque, era de noche y aunque la luz de la luna filtrándose por las hojas le dejaba ver más o menos por donde iba lo cierto es que no sabía ni donde estaba, para donde mirase el paisaje era el mismo y el frío empezaba a hacerle difícil moverse, se acariciaba los brazos mientras avanzaba. Lo que llevaba puesto no ayudaba, era ropa ligera por no decir fácil de quitar, la que le habían hecho ponerse justo antes de que pudiese correr a todos aquellos sirvientes de la habitación, justo en el momento en que se había dado cuenta que no podía continuar con aquella farsa.

El matrimonio debía ser algo sagrado, debía al menos haber amor ¿cierto?¿cómo es que había terminado casándose con aquel hombre? ¿Cómo es que había estado incluso a gusto con aferrarse a su calor y a las migajas de cariño que le ofrecía? Él definitivamente no estaba bien...

Sus pasos se alentaron y aunque el frío apretaba sintió algo cálido recorrer sus mejillas para helarse a los pocos segundos, eran sus lágrimas... se sentía tan solo, estaba perdido y sin tener a donde ir, era frustrante pero Maximilian era mucho más poderoso que él y seguramente terminaría encontrándolo y poniéndolo en su sitio.

Caminando solo por el bosque en la situación en la que estaba casi deseaba seguir bajo la influencia del castaño, aun en aquella torre seguro de que todo estaría bien, sin las dudas que lo habían asaltado, sin recapacitar en la situación en la que estaba, seguramente podría haberse dejado llevar como hasta hacia unas horas, refugiarse en los brazos del castaño y sentir aquella seguridad que había sentido en la iglesia, aquella protección y aquel presentimiento de que ahora todo podía estar bien— Son tontos sueños Desya, solo hubiese sido peor— dijo a sí mismo y notó una luz a varios metros, su primera reacción fue correr hacia ella pero diciéndose que debía ser cuidadoso caminó despacio ¿qué hacía una cabaña en medio del bosque? Para empezar aquel, si no se equivocaba, era el bosque en el que se encontraban los siervos del rey, a nadie se le permitía entrar— cierto Desya, valiente idea la tuya huir aquí, eres el único en todo el bosque, tal vez debiste dejar un camino de dulces tras de ti— se regañó a si mismo pero la verdad es que aun con eso, no podía pensar a qué otro sitio podría haber corrido. Se acercó a la cabaña. La antorcha de afuera estaba encendida, debía haber alguien pero ¿quién? Todo estaba cerrado, las ventanas estaban cubiertas, miró arriba y alcanzó a notar que la chimenea estaba encendida. Pensó en tocar y pedir ayuda pero seguramente saldría alguna especie de guardabosques.... Podría decir que estaba perdido pero ¿qué tal si lo llevaba ante el rey? Entonces estaría perdido – o podrías congelarte aquí afuera, seguro que eso sería mejor idiota— murmuró para sí y diciendo que solo quedaba tentar a la suerte, tocó a la puerta, nadie respondió y volvió a tocar, seguramente a aquellas horas el residente estuviese durmiendo, se dijo que lo intentaría una vez más y cuando volvió a tocar una voz se escuchó desde el interior.

— ¿Quién toca?— Miller a aquellas horas sabía que Alastor se había marchado hacía rato pues al despertar con los golpes el lado contrario de la cama no se sentía tibia, si había regresado él podría abrirle sin pensarlo pero aquel no era su rey, no reconocía aquellos toques, el que alguien llegase hasta ahí era extraño.

—Disculpe es que... me he perdido y me estoy congelando... ¿podría pasar?— Miller escuchó la voz y sin saber bien porqué su corazón dio un salto en su pecho, se extrañó, aquel tipo de reacciones solo sucedían cuando su rey iba a verlo después de mucho sin ir, dejó la cadena puesta y entreabrió la puerta, lo que vio mandó un temblor desde su pecho a todo su cuerpo dejándolo helado en su sitio.



No me di cuenta de que no actualicé el capítulo 13 aquí en el Blog. Mi computadora temporal (porque sabía que no funcionaría como la que se descompuso) no está funcionando bien con ciertos programas y otras cosillas, así que estoy tratando de solucionarlo. En un momento más dejaré el siguiente capítulo.

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