Capítulo 15
En la parte oeste del
bosque el capitán de la guardia daba su informe al príncipe, junto a él estaba
el rey, quien parecía bastante tranquilo en comparación a su hijo, el cual
parecía que mandaría a la horca al primero que le diese malas noticias. Maximilian
estaba inquieto, casi muere al ver las sábanas rotas colgando de su ventana, no
encontrar el cadáver del rubio bajo la torre había sido un alivio que no creyó
sentir jamás por algo, pero su cachorro había escapado y lo quería de regreso.
El capitán informó al
príncipe de los resultados hasta ahora, habían peinado la mitad del bosque sin
encontrarlo, si estaba en algún lugar seguramente sería cercano al límite este,
pero era difícil creer que un hombre a pie, en la oscuridad y sin conocer el lugar
hubiese avanzado tanto, el capitán creía que seguramente estaba escondido en la
vieja cabaña del bosque, el hombre comentó el extraño comportamiento del sujeto
que vivía ahí y su sospecha de que escondía algo.
— ¿Una cabaña?-Maximilian
torció el gesto- Está prohibida la entrada a este…— pero antes de que terminara
de hablar el rey había emprendido el galope, Alastor solo podía imaginar lo que
sucedería si el fugitivo cachorro de su hijo llegaba a encontrarse con Miller,
el muchacho lo separaría para siempre de él, si estaban juntos Miller solo
pensaría en protegerlo, seguramente vería la huída de su hijo como una traición
de su parte ¡él era el que le había asegurado que todo estaba bien! ¡estúpido
hijo suyo! ¡parecía que no había podido mantener encerrada y dominada a su
pareja! al llegar a la cabaña golpeó la puerta y ésta se abrió sin oponer
resistencia, con la esperanza de que fuese un error, entró registrándolo todo y
vagamente pudo escuchar el resto de los caballos acercarse y llegar, no
necesito registrar mucho, sobre la cama estaban las ropas de noche de bodas
sucias y maltratadas del fugitivo príncipe— Estuvo aquí…— y sintió que el mundo
se le venía abajo, el muchacho se había llevado a su amante…
— ¿Quién diablos vive
aquí? – escuchó la voz de su hijo entrando a la cabaña, debió ver lo que él
mismo veía porque caminó directamente a la ropa sobre la cama estrujándola en
sus manos— Quien sea que estuviese aquí se llevó a mi pareja— se giró al
capitán temblando de ira— quiero que lo encuentren y los quiero a los dos de
vuelta, quiero a mi pareja a salvo y el otro no me importa si lo traen vivo a
muerto— soltó entre dientes y el rey a su lado ni siquiera le volteó a ver.
—Será mejor que pienses
bien lo que ordenas hijo, a menos que pretendas que tu adorado cachorro te odie
el resto de tus días— la aseveración pareció alterar al príncipe.
— ¡¿Qué estás tratando
de insinuar?! – ¿Qué era lo que su padre sabía y él no? ¿Su cachorro tendría un
amante? No…no podía ser…
—Tal vez a estas
alturas ya lo descubrió… el hombre que vivía aquí, es el padre de tu cachorro—
y Maximilian supo que las cosas no podían ir peor, el podía amenazar a un
sujeto cualquiera, incluso a un amante… pero un padre… un padre no se lo iba a
entregar tan fácil, aunque… ¿no llevaba aquel hombre desaparecido años? además
la madre no había sido un ejemplar de madre. Maximilliam intentó tranquilizarse
rápidamente. Padre o no, él tendría a su cachorro de vuelta costara lo que
costara.
A unos dos kilómetros
de ahí, Desya se escondía tras unas enormes rocas llenas de limo de bosque, el
hombre que le ayudaba se había trepado a uno de los árboles y pedido que
esperara, no sabía que planeaba pero supuso que solo se estaban escondiendo
pues habían escuchado el sonido de un caballo cerca. Se agachó al ver que una
sombra se acercaba, era un jinete y se agachó escondiéndose por completo y lo
siguiente que escucho fue un quejido, el relinche del caballo y después el
sonido sordo similar al de un costal de papas lanzado al suelo, asustado se
asomó y lo que vio fue al sujeto que le ayudaba sobre el caballo y un bulto que
al parecer era el soldado que antes lo montaba en el suelo.
—Venga, avanzaremos más
rápido así— aseguró el nuevo jinete.
Desya escuchó que el
hombre lo llamaba y bajó de la roca con una sonrisa en los labios.
—Es usted una persona
de armas tomar ¿no es cierto?— habló caminando hacia él tomando la mano que le
tendía para que subiera detrás— discúlpeme, está tomando más y más
responsabilidades por mí— jamás esperaría que un extraño pudiese estarlo
ayudando tanto.
—No te disculpes
muchacho, yo simplemente no quiero que termines como yo y si de mí cabe no
serás un prisionero nunca— las palabras no sonaron extrañas pero si le pareció
extraña la situación ¿qué clase de prisionero era aquel hombre? Era claro que
lo que le apresaba no eran cadenas físicas, nuevamente se preguntó con qué
tenían atado a un hombre como él. El caballo comenzó el galope y Desya se
agarró de la cintura ajena permitiendo que lo llevara, colocó su rostro contra
la espalda ajena y sonrió dando gracias al cielo por haberlo encontrado, había
algo familiar en el hombre que le gustaba y le hacía sentirse cálido a su
alrededor.
—¿Por qué no escapa
conmigo señor?— le preguntó después de un rato— Está tomando tantos riesgos ¿por
qué no escapa conmigo? ¿Qué le detiene?— cuestionó y Miller no contestó
inmediatamente ¿qué lo detenía? Posiblemente que sin Alastor a su lado, sin la
posibilidad de volver a verle, de volver a escucharle, de volver a tocarle,
moriría de dolor y tristeza, pero ¿no valía la pena? Si podía vivir tres
semanas con su hijo ¿no valía la pena acaso?
—Ahora mismo… ya nada
muchacho. Iremos al reino del este, te acompañaré hasta allá— aseguró y Desya
sonrió en su espalda.
Mientas tanto,
cabalgando por el bosque se encontraban Rey y príncipe, padre e hijo en
dirección al camino que daba al reino del este.
— ¿Estás seguro que
debemos ir por aquí?— preguntó el más joven.
—Es la ruta que Miller
tomaría sin duda, aunque no sé si se arriesgaría a tomar el camino principal o
arriesgarse más tomando rutas alternas, como sea podemos seguramente verlo en
el puente que está a unas horas saliendo del bosque, ellos tendrán que pasar
por ahí pero tenemos que llegar antes. Los soldados pueden intentar
encontrarlos por el pueblo o el bosque pero no creo que encuentren nada— aseguró
y Maximilian maldijo por lo bajo.
— ¿Por qué estaba el
padre de mi mascota ahí? – Apretó las riendas en las manos —Era tu amante ¿cierto?
Sabía que tenías uno desde hace años pero me preguntaba dónde le tenías, tu
maldito amante se llevó a mi cachorro— renegó. El rey le vio solo por un
segundo antes de volver la mirada al frente con la rabia escrita por todo el
rostro.
—Le he tenido
controlado por años, es tu cachorro el que se ha llevado a mi amante, si no
fuese mi único seguro me importaría un comino tu tonto capricho por él— y ambos
se quedaron en silencio. A Maximilian no le venía bien pelear ahora con su
padre, no cuando era el que mejor sabía cómo se movía su amante.
Pasaron las horas y
llegaron al puente que buscaban, no había huellas recientes de algún caballo ni
pies humanos así que probablemente aun no llegaban hasta ahí.
—Ellos debieron tomarse
su tiempo evadiendo a los soldados que andaban por el bosque, no es posible que
llegaran antes que nosotros— murmuró el rey.
Maximilian vio a su
padre desmontar y encaminó su caballo a unos altos arbustos cerca del puente,
era mejor si no los veían, desgraciadamente no podían borrar las huellas que
habían dejado pues tendrían que ir prácticamente todo el camino de vuelta, pero
sí podían engañarlos. Encaminó su caballo al puente y los subió sobre la madera
pero lo hizo regresar escondiéndolo en los arbustos y borrando solo las huellas
que habían quedado del regreso del puente, su padre hizo algo similar y cada
uno se escondió a un lado, no pasó en realidad demasiado cuando el caballo que
habían estado esperando se acercó, en medio de la neblina de la madrugada se
veían dos figuras sobre el animal, estaban cubiertos con capuchas por lo que
aunque no estuviese la niebla no podrían verlos pero Maximilian sabía que eran
a quienes buscaban.
Sobre el caballo, Desya
sintió el peligro al acercarse al puente, viendo al suelo vio pisadas de
caballos dirigiéndose al puente, podrían ser solo mercaderes o viajeros
cualquiera ¿verdad? Pero ni él lo creía, miró atrás viendo las huellas de su
caballo y las ajenas, eran idénticas, eran herraduras de la guardia real del
rey. Eran dos caballos… vio al frente y
pasó duro, estaban por llegar al puente, si uno los distraía quizás el otro
podría escapar… como estaban sentados no solo lo más practico era que él se
quedara sino que también era lo más justo.
Estaba ya muy cerca del
puente y la niebla era espesa, sabía que estaba tomando la decisión adecuada
cuando saltó del caballo y golpeó su costado.
—No se detenga— gritó y
el caballo salió a todo galope, él se quitó la capucha para que quien sea que
estuviese por ahí pudiese verlo, se quedó parado y vio a Maximilian salir de un
alto arbusto.
—Así que al final
entendiste que tenías que entregarte ¿cierto?— el rostro de Maximilian decía
que no estaba para nada feliz y Desya sintió la respiración agitarse ante las
posibilidades de lo que le esperaba, miró a todos lados y vio a un lado del
puente la pendiente que llevaba al río, apretó las manos moviendo los dedos,
tomando la decisión y sin contestar salió corriendo dispuesto a lanzarse, pero
a Maximilian el camino le quedaba más corto y logró interceptarlo sujetándolo
de la capa, el rubio se removió y siguió avanzando zafándose de la tela como
podía y casi alcanzando la pendiente, pero Maximilian le sujetó por el brazo
jalándolo y lanzándolo dos metros atrás, quedando ambos tras el arbusto donde
había estado escondido antes LeRose— ¡¡Basta de escapar, te he atrapado,
ríndete y vuelve a tu sitio!!— le gritó y Desya se levantó del suelo frunciendo
el ceño, humillado, desesperado, frustrado y demasiado afectado para ser
razonable.
—¡Tu no serás mi dueño!¡no
voy a ser tu juguete nunca!— Desya le señaló y Maximilian apretó la fusta del
caballo que aún tenía en las manos, Desya supo que pisaba terreno peligroso y
levantó el rostro, dispuesto a enfrentarse a la ira del castaño, le vio dar un
paso adelante levantando el pequeño látigo y apretó los puños casi cerrando los
ojos esperando el golpe, pero no fue lo que sucedió. Maximilian lanzó la fusta
contra el suelo en un gesto de exasperación.
— ¿Ese es tu maldito
problema? – estaba exaltado pero lo que impresionó a Desya no fue eso, lo que
le dejó descolocado fue el repentino sonrojo que cubrió sus mejillas— ¿De
verdad crees que si soy tan engreído como dices me casaría por…— tragó, Desya
sabía solo con verlo que le estaba costando hablar— …molestarte? Usa ese
cerebro que tienes en la cabeza por una vez, maldito cachorro malcriado, date
cuenta de una vez de lo que hay entre nosotros…
Desya mostró un gesto
de confusión y desconcierto y Maximilian bufó exaspoerado. Aun así tomo un
profundo suspiro antes de declarar con vehemencia.
— Estoy seria… y
profundamente… enamorado de ti – confesó y si a Desya le hubiesen presentado en
ese momento a un unicornio wachiturro cantante de calle y ayudante de Robin
Hood no le habría sorprendido más.
—Tu…tu ¿qué?— estaba
incrédulo, se levantó con cuidado del suelo y dio un paso lejos del hombre que
se le acababa de confesar sin poder creer que aquello estuviese pasando.
—Creí que los perros
tenían buen oído— renegó y Desya se hubiese ofendido de no ser por el sonrojo
que se intensificó haciéndolo sonreír.
—Entonces… tú me amas—
aseguró y el castaño frunció el ceño mirándolo.
—Si lo entendiste
entonces no lo repitas— y a Desya se le escapó una risita de los labios, estaba
feliz…oh por dios, maldita sea, él también estaba estúpidamente enamorado del
hombre…
-Si es cierto tienes
que volver a decirlo- alegó cantarinamente y el príncipe le vio con cara de
pocos amigos.
-No tienes a tu suerte
Miller- le amenazó y Desya se encogió de hombros.
-Ya llegue hasta este
punto ¿a qué tengo que tenerle miedo?- amenazó y Maximilliam lo apresó en sus
brazos con fuerza.
-Voy a darte una
lección cuando volvamos a casa y a enseñarte modales ladronzuelo- amenazó
nuevamente y Desya ni siquiera intentó liberarse.
-Si no me complaces
escaparé de nuevo, una y otra vez, no tendrás paz a menos que me encadenes.
-No me tientes…- gruñó.
Desya se encogió de hombros indiferente.
-…- el castaño guardó
silencio y Desya lo ignoró tranquilamente- te amo..- cedió el príncipe en un
murmullo.
-¿Qué?- fingió no oír.
-Te amo ladronzuelo
insolente- Desya sonrió ampliamente.
-¿Seguro?- lo picó y el
príncipe gruñó y le tomo del pelo besándolo con fuerza, mordiendo sus labios, metiendo su lengua y barriendo por completo su interior.
-Muy seguro- murmuró
contra su boca y Desya asintió acalorado y perdiendo por completo su actitud pícara.
—Entonces…¿ahora qué?—pregunto
tímidamente y el castaño se agachó a
tomar su fusta.
—Volvemos a Palacio
antes de que nuestra ausencia parezca sospechosa— habló intentando recuperar la
compostura y Desya rio acercándose a él y jalándolo por la parte superior de su
ropa.
—Nadie dirá nada cuando
nos vean, no te preocupes— aseguró y Maximilian levantó una ceja viéndolo.
—Y ¿por qué no?— preguntó
y Desya se levantó a sí mismo en punta para mordisquear el labio inferior de su
príncipe engreído.
—Porque es normal entre
recién casados ¿verdad?— y Maximilian le rodeó por la cintura pegándolo a su
cuerpo bruscamente, no contestó pero sus labios devoraron los ajenos. Desya
estaba nuevamente en sus brazos, donde pertenecía y el no podía estar más
satisfecho.
Gracias!!! pensé que iban a alargar la historia, pero me encanta que confesaran sus sentimientos, ahora solo faltan los padres!
ResponderEliminarLu Malandro