sábado, 8 de septiembre de 2018

Cinderella 16


Capítulo 16


Alastor se quedó escondido en el lado contrario del puente, no corrió tras Miller, había tenido el impulso y casi había emprendido el galope pero no lo hizo, Miller no se iría, seguramente regresaría. Miller no iba a dejar a su hijo abandonado y cuando volviera él estaría ahí.

Y no se equivocó, el caballo ni siquiera alcanzó a llegar al final del puente cuando los cascos se escucharon volver, sin embargo se detuvo a la mitad del camino, Miller observaba en dirección a donde debían estar sus hijos seguramente discutiendo, la neblina se había comenzado a dispersar con el amanecer y vio a Miller bajar del caballo y dirigirse al borde de la baranda como viendo mejor lo que sucedía, estaba tan absorto que no se dio cuenta que se acercaba.

Vio de reojo a la orilla y vio al par de recién casados besándose, volvió la mirada a su amante y notó como Miller sonrió al ver la escena. Alastor pudo notar que no era solo alivio lo que veía en sus ojos, no era solo la felicidad por su hijo, no… había un verdadero anhelo en aquellos ojos, Miller deseaba aquello que su hijo tenía, su amante jamás había dejado de ver como una condena su relación.

—Miller— le llamó y pudo ver como la sonrisa desaparecía de aquellos labios solo escuchar su voz y aquello dolió más de lo que jamás esperó algo pudiese doler, dolió incluso más que el “si” dado hacía tantos años por su amante en una iglesia el día que aquella bruja se lo había arrebatado.

—Alas…— Miller balbuceó y Alastor por un segundo pensó que le llamaría por su nombre, pero no lo hizo y era su culpa, durante años le había entrenado para que no pudiese decirlo nunca mientras Alastor estuviese molesto— Mi Rey—Miller se corrigió casi asustado por su desliz. A Alastor se le destrozó el corazón.

—Escapaste de mí— murmuró y vio cómo su amante bajaba la cabeza y apretaba los puños.

—Es mi hijo… tenía que hacerlo, aceptaré el castigo que me pongas— dijo con pesar, seguramente imaginando el tipo de escarmiento que le esperaba. Miller se veía abatido y desconsolado, como el mendigo que acostumbrado al hambre sabe que tendrá que pasar un día más sin comer y en esos momentos, en el justo instante en que el remordimiento pudo con Alasto, dejó escapar de sus labios las palabras que jamás esperó decir.

—Eres libre, Miller—susurró y el otro levantó la vista fijando sus castaños ojos en él, con la incredulidad dibujada en todo su rostro, por un momento hubo sorpresa y después un gesto de dolor y comprensión.

—¿Qué se supone que tengo que hacer, mi señor?— Miller sabía que Alastor nunca lo dejaría ir, aquello solo podía ser el preludio de su castigo y ante la novedad del mismo, no pudo sino estremecerse al imaginar la crueldad que podía alcanzar el dolor de su amo.

Miller le había traicionado como nunca antes al abandonar la cabaña, justo cuando su rey había comenzado a confiar en él al punto de quitar a los guardias que en un principio le habían custodiado, había permanecido fiel durante todos aquellos años, su rey había afianzado su confianza y aunque el día de la boda había regresado por su propio pie haciéndole ver a Alastor que no pensaba escapar, esta vez no lo había hecho.

—No hay nada que hacer Miller… te he mantenido cautivo durante mucho tiempo… eres el padre del nuevo príncipe ¿verdad? Ahora eres libre— le aseguró. Miller levantó la vista, observándolo como evaluando la situación, como temiendo cualquier engaño.

Alastor se mantuvo firme y serio… y poco a poco su amante fue entendiendo que no mentía, la mueca de incredulidad fue extendiéndose por todo su rostro para después convertirse en una de negación dolorosa.

—No puedes hablar en serio— casi sollozó y el rey no entendió su reacción.

—Hablo en serio Miller, ahora eres libre, no te mantendré más contra tu voluntad conmigo— concedió y Miller comenzó a negar, parecía que estallaría en llanto en cualquier momento y el rey no entendió que sucedía ahí.

—Así que ¿es todo? Tu… simplemente ¿me tirarás aun lado? Todos estos años… diciéndome que… que jamás me dejarías y ahora… ¿ahora ya te hartaste y me desechas?— Miller quería golpearlo y en otros tiempos seguramente lo habría hecho, pero ahora el miedo inculcado por años se lo impidió.

— ¿No es acaso tu libertad lo que querías?— preguntó el rey frustrado por la repentina actitud de Miller, le había costado un infierno dejarlo ir, ¿por qué reaccionaba así?

El rostro del rubio pareció entonces quedarse pasmado… como si de repente comprendiera lo que sucedía y eso le hundiera más la daga que ya tenía clavada en el corazón.

—Así que… ¿es este mi castigo?— de repente su enojo se transformó en una mueca de resignado dolor— Te traicioné, así que ¿me desecharas cual basura?— comenzó a temblar y asintió a sí mismo bajando la cabeza como si de repente todo tuviese sentido y en su cabeza lo tenía, su Rey le había dictado las reglas por muchos años y le había puesto infinidad de castigos pero él había cometido ahora una falta imperdonable y esas eran las consecuencias— Entiendo…— asintió abrazándose a sí mismo— Entiendo —repitió mientras las lágrimas escurrían por todo su rostro lavando el polvo que le había cubierto tras el improvisado viaje— Yo… sin duda lo merezco…— pero había valido la pena ¿verdad? Por su hijo había valido la pena… desgraciadamente eso no hacía que doliese menos.

—No es un castigo, Miller…— Alastor intentó hablarle y el otro sólo se abrazó más dando un paso atrás y buscando el apoyo de la baranda que chocó contra su espalda.

—Basta por favor…—el no quería escuchar las palabras de su rey, si lo iba a tirar por favor que lo hiciera limpiamente y sin más dolor…

—Miller…— Alastor quería estrecharlo y consolarlo, extendió una mano buscando tocarle pero el otro solo negaba una y otra vez pidiendo que no lo hiciera— no quiero castigarte— y no quería, carajo, solo quería darle al hombre que amaba la libertad que ansiaba.

—Entonces no lo hagas— Miller levantó la cabeza, hipando por el llanto pero aferrándose al rayo de esperanza que había aparecido frente a él— No lo hagas, no me dejes, no volveré a desobedecer, lo juro— prometió y Alastor se quedó de piedra, Miller siempre había sido un hombre fuerte, aún después de todo lo que le había hecho el aún parecía el mismo de siempre, solo la obediencia parecía haberse agregado y nada más… solo hasta ahora podía ver claramente lo que le había hecho.

— No te dejaré… — aseguró y abrió los brazos sintiendo como Miller se lanzaba a ellos aferrándose a la oportunidad que tenía— ¿Qué te parece si te saco de esa cabaña?— y sintió a Miller tensarse en sus brazos— Déjame terminar... podemos ir a vivir a Palacio y tu podrías ver a tu hijo todos los días…— hubo solo silencio, el rubio no le contestó y cuando Alastor le separó un poco para poder verlo al rostro, solo vio el temor en él, temía contestarle.

— ¿Eso es lo que quiere mi rey?— preguntó inseguro y supo que Miller no volvería a hacer nada que él no permitiera, al menos no mientras Desya estuviese a salvo, así que asintió.

—Eso me gustaría mucho, quiero que duermas conmigo cada noche y verte cada día sin problemas, tu hijo seguramente también será feliz de verte— le sonrió y como respuesta vio lo que no había visto en años, el brillo volviendo a los ojos de su amante, la temblorosa sonrisa en sus labios y lágrimas de viva dicha escapar de aquellos ojos que tanto amaba.

—Eso también me gustaría mucho, mi Rey— sollozando un poco, pero sin perder aquella sonrisa de felicidad.

Por su lado Maximilian empujó poco a poco a Desya hasta tenerlo casi contra los arbustos que los “escondían”, sus manos estaban ya por todo el cuerpo del rubio y éste suspiró cuando aquellos labios fueron de su boca a su cuello haciendo que se estremeciera por completo.

—No… no... basta, no aquí— renegó apenas con un poco de cordura – volvamos a palacio antes….— y Maximilian se separó viéndolo con el ceño fruncido. No hacía falta ser adivino para saber lo que estaba pensando—.No escaparé esta vez—sonrió divertido, pero Maximilian no parecía muy convencido— Lo juro— le aseguró y el otro le subió al caballo de mala gana, Desya pensó en protestar por ser subido cual damisela pero se dijo que era mejor no tentar su suerte a aquellas alturas, mientras salían de detrás de los arbustos en dirección al castillo recordó al hombre que tanto le había ayudado— Maximilian… puedo… ¿puedo pedirte algo?— esperando que su pareja estuviese lo suficientemente satisfecho con su regreso como para escucharlo.

—¿Qué quieres?— el tono no fue condescendiente, fue más bien seco, pero normal viniendo de quien venía.

—Un hombre me ayudó… debes saberlo a estas alturas... yo… quisiera que no le castigaran de ninguna manera— escuchó un bufido de parte de su acompañante y antes de que pudiese preguntar la razón, el otro habló.

—Castigarlo o no, no me corresponde a mi cachorro, al hombre que te ayudó no podría tocarlo aún si lo deseara— Desya se preguntó qué diablos sucedía ahí, el sujeto le había dicho que era un prisionero pero Maximilian decía que no podía tocarlo ¿qué demonios era aquel hombre?

— ¿Qué significa eso?



—Hasta hoy no lo sabía, pero ese hombre es el amante de mi padre, no tengo idea de cómo sucedieron las cosas pero si mis sospechas son correctas el sujeto se casó antes de que mi padre pudiese siquiera confesarse y como única opción le confinó en aquella cabaña como su amante – Desya se dijo que aquello era… normal entre la historia de los reyes… pero no le gustaba escucharlo, aquel hombre se escuchaba verdaderamente lamentable al mencionar a la familia que había tenido que dejar atrás, pero entonces ¿por qué él había dicho que no tenía razones para quedarse más ahí? Tal vez el rey ya no tenía interés en él…— Descuida, no creo que le dañe, parecía desesperado por recuperarlo sano y salvo – y entonces Desya supo que no entendía nada.



1 comentario:

  1. Me encanto<3<3<3
    por un momento pensé que Miller se iría...ufff sufrí jejeje
    Muchas gracias, besosss

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