viernes, 2 de febrero de 2018

Cinderella Boy's Escape V


Capítulo 5


Desya no corrió a casa sin descanso con las emociones golpeando su corazón como aquella primera noche de aquel acuerdo con el príncipe, tampoco volvió emocionado y con una sonrisa en los labios como en ocasiones posteriores en las que al imaginar toda clase de encuentros le ilusionaban haciendo el camino tan corto como un suspiro. En esta ocasión los pasos de Desya fueron pesados. Seguía la senda que siempre tomaba, sin adentrarse demasiado en el bosque, más bien rodeándolo hasta llegar a su casa. El camino fue largo, pesado y cansado. Su ánimo tampoco era bueno y parecía como si una enorme piedra de repente se hubiese alojado en su pecho.

Era de madrugada cuando Desya se detuvo frente a la puerta trasera de su casa, la que daba a la cocina y se sentó tristemente en los viejos escalones. Su cabecita simplemente no dejaba de pensar en la propuesta de Maximillian y en cada ocasión el recuerdo era un poco mas doloroso. Finalmente Desya se quebró y ligeros sollozos salieron de sus labios acompañados de gruesos surcos de lágrimas, el joven se frotó la frente lastimeramente regañándose por su propia ingenuidad, ¿cómo iba a ser posible que aquel príncipe arrogante hubiese desarrollado sentimientos por él? ¿Un simple ladrón del montón?


En su cabeza Desya rememoró los encuentros que había tenido con Maximillian, especialmente los mas recientes en los que las caricias habían sido notablemente mas íntimas e intensas. No era la primera vez que esos recuerdos inundaban su cabeza pero a diferencia de las veces anteriores no había una sonrisa en sus finos labios, en cambio solo había una profunda vergüenza inundando todo su rostro ¿Que clase de imagen debió haber dado? ¡¿Acaso no había el casi rogado porque le considerara como un sirviente de cama?!

-Estúpido, estúpido, estúpido- se regañó dando pequeños golpes en su frente, recriminándose su descuidado comportamiento.

La tristeza dio paso al dolor y este dio paso a la ira. ¡No volvería a ver a aquel sujeto nunca mas! Aquella amarga experiencia quedaría enterrada en el pasado.

Decidido a no dejar que aquello lo afectara más, Desya entró a la casa y a pasos decididos a su habitación, donde la chimenea ya estaba encendida.

Con infinita rabia Desya se quitó toda la ropa en la parte superior de su cuerpo incluido el antifaz y lo lanzó al fuego dejando que éste se deshiciera de aquel vergonzoso símbolo de su estupidez. Todos ser humano comete errores, pero solo los idiotas no aprendían de ellos. Él no era un idiota y definitivamente no se quedaría lamentándose y hundiéndose en aquel agujero al que se había lanzado. El viñedo estaba mejorando cada día, pese a que su madre no le hablaba tenía controlada la situación en su familia y sus sirvientes llevaban ya una mejor vida. No podía decir que sus encuentros con Maximillian hubiesen sido improductivos.

Desya observó con resentimiento el tablón en el piso, bajo el cual había escondido el dinero que Maximillian le había "regalado" cada semana.

-Lo tomaré como una compensación al daño emocional- murmuró con amargura cínica.

Los días que prosiguieron a aquel ultimo encuentro fluyeron de forma normal, no hubo ningún incidente en extremo extraño o algún indicio de que algo estuviese a punto de pasar, solo en el viñedo de cierto conde y los pasillos de palacio se comentaba la misma cosa; el joven de la familia estaba permanentemente de mal humor.

En palacio sirvientes y guardias estaban constantemente alerta, pendientes de no cometer el mas mínimo error por temor a enfrentar la ira del príncipe heredero. Mientras en lo viñedos los trabajadores se encontraban más bien preocupados por el mal humor de su jefe.

Pese al mal semblante de Desya, su actitud educada y su forma generosa de ser no habían cambiado, dejando a los siervos y esclavos sumamente apenados por lo miserable que seguramente su familia hacia al pequeño conde. Porque ¿quién más podría tener al amable joven de tan mal humor? Solo su desagradable madre y su presuntuosa hermana sin ninguna duda.

Una semana prosiguió a la otra y solo después de dos semanas Maximillian estuvo completamente seguro de que aquel ladronzuelo no volvería.

-¡Maldición!- el príncipe lanzó las monedas de oro que tenía en las manos contra la pared en un ataque de ira.


¡Aquel maldito muchacho se había atrevido a dejarlo botado! ¡A él! ¡El príncipe heredero del país más influyente del continente! ¡Acaso no sabía diferenciar el bien del mal! ¡¿Cómo osaba pagar bondad con abandono?!

-No te dejaré escapar ladronzuelo, serás mío quieras o no- gruñó saliendo de su habitación azotando la puerta tras él al salir, sin preocuparse por las monedas que había dejado esparcidas por el suelo.

Maximilian estaba enfadado y no sabía por qué, si porque aquel maldito ladrón se le había escapado, por ser tan descuidado, o por el simple maldito hecho de no tener ya bajo su cuerpo a aquel muchacho que simplemente le había fascinado... salió como alma que llevaba el diablo rumbo a la sala principal en busca de su padre.

— Quiero una fiesta de disfraces en palacio— exigió nada más entrar llamando la atención del hombre mayor que se encontraba sentando al parecer platicando con uno de sus ministros.

— ¿Qué demonios dices Maximilian?— El Rey, aunque consentía en extremo a su hijo mayor, aún sabía como fingir enfado a los caprichos de su muchacho.

Maximilian se paró frente a su padre y sus ojos centellaron.

— Querías que me casara ¿no? pues organiza un baile, un baile de disfraces, quiero que todos usen antifaz, quiero que todos y cada uno de los jóvenes hombres y mujeres del reino asistan, no me importa como lo hagas, los quiero a todos presentes, haz eso y escogeré pareja ese día— sus ojos centellaban y su padre no tuvo duda de que hablaba en serio, se levantó de donde estaba sentando y miró a su hijo fijamente.

— ¿Es un juramento?— indagó levantando una de sus cejas.

—Por mi honor que escogeré con quien casarme si haces lo que te pido—aseguró. El rey sonrió como solo la familia real LeRose podía hacerlo, con ese aire de autosuficiencia, orgullo y soberbia.

—Entonces que así sea... dentro de una semana tendrás tu baile, no me importa si es varón o mujer, tendrás que escoger a alguien para esa fecha o yo escogeré a una de esas princesas que tanto detestas, haz dado tu palabra Maximilian— Le advirtió. Maximilian apretó los puños, si tenía que casarse para ajustar cuentas con ese maldito ladronzuelo lo haría, había mas de una forma de deshacerse de un matrimonio, ser viudo no sonaba mal, solo tenia que escoger a algún noble al azar y luego deshacerse de él, no era la gran cosa. Lo importante era conseguir encontrar a su escurridizo ladronzuelo, las formas de aquel muchacho no eran vulgares en absoluto así que quizá pertenecía a alguna vieja familia rica en desgracia, no había marca de ningún anillo en sus dedos así que debía ser soltero, además había visitado su habitación cada semana, por lo que era imposible que viviese fuera de la capital. Había algunas opciones aisladas pero lo más seguro era que el muchacho perteneciera a alguna familia en desgracia de la capital. Si su padre anunciaba un mandato real para que todos los y las jóvenes sin casar asistieran era muy probable que pudiese encontrarlo.

-Solo espera ladronzuelo...solo un poco mas.




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