Capítulo 9
Maximilliam soltó una risita tras entender lo que ahí pasaba. No podía creer hasta donde podía llegar aquel par ¿todo aquel acto era por que creían que estaba interesado en aquella tonta muchacha? ¡¿Así que qué hacia?! ¡Lanzar a la basura al único que estaba en su mente! ¡Vaya chiste!
-Descuide señora- le calmo con una sonrisa en los labios. Bien si ellas querían lanzar a su ladronzuelo directo a sus brazos él no iba a impedírselos-. No habrá ningún escándalo que empañe su nombre respecto a su hijo-aseguró. Los rostros de las dos mujeres se iluminaron, claramente habían visto la hostilidad del príncipe por Desya, aquel cambio tan radical de actitud ¡solo podía ser por el interés que tenia en serena!
-Aunque el cariño existe deberíamos dejar las cosas claras, por el bien de mi pequeña- la condesa se emociono de mas y pensó zanjar aquel asunto de golpe- si al príncipe le parece bien. Como parte del castigo por sus crímenes ¿por qué no borrarlo del registro familiar? – en su cabeza aquello no solo funcionaba como castigo, también alejaría el peligro de que Desya las descubriera y facilitaría el camino al príncipe para tomar a su hija como esposa, simplemente era un movimiento perfecto!
-Debora- la voz profunda y gruesa se escuchó desde el carruaje real, la sonrisa de la condese se congeló solo escuchar aquella voz.
De las puertas labradas en oro del carruaje un hombre atractivo ya cerca de sus 40 años bajo con el porte del titulo que lo respaldaba. Ante su presencia, aun mas que ante la del príncipe las dos mujeres temblaron de nervios. Despues de todo el príncipe estaba encantado con serena, pero sobre aquel hombre no tenían ninguna ventaja.
-su majestad- la condesa reacciono a tiempo para inclinarce respetuosamente ante aquel hombre que simpre habia sido mas que inalcanzable para ella.
-Puede levantarse- le concedió- he escuchado una historia muy interesante en los últimos minutos- sonrió volviendo la mirada al joven rubio que hasta el momento había permanecido en silencio. Se veía como un muñeco sin vida, con la mirada perdida en alguna parte del suelo y la expresión de rendición. Aun en aquel patético estado su parecido con su padre a esa edad era casi aterrador.
-yo...- la mujer paso duro, ella jamas pensó que el rey se interesaría en aquel asunto, tras la desaparición de su marido este hombre jamas habia vuelto la mirada a ellos. Cualquira pensaría que simplemente habia olvidado que existían!
Cuando Debora habia decidido casarce con El conde Freggs habia sido en gran medida por lo conocido que era el hecho de la profunda amistad que existía entre este y el en aquel entonces príncipe heredero. Jamas habia pensado que aun después de casarce aquel hombre no le diera la mas minima importancia, simplemente solo tratando con su marido como siempre, como si ella no existiera!
-no creo que el joven desya lo recuerde, pero cuando volvieron a la capital el tenia ya un año...- recordó con la mirada clavada en el muchacho- Gerald lo adoraba...no recuerdo que jamas mencionara nada sobre no compartir sangre...- declaro volviendo la mirada a la condesa que sintió como el miedo le recorria toda la espalda y la frente se le empapaba en sudor frio por el miedo.
-el...el era de tan buen corazón...- tartamudeo.
-lo era- concedió el rey- una desgracia que no muchos compartieran esa característica. Como sea- desestimo el asunto con un ademan ligero- el no esta aquí para darnos su versión de los hechos- comento haciendo obvio que no confiaba en las palabras de la condesa. Aun así tras la afirmación Serena y Debora suspiraron interiormente, aun si el rey no les creía no tenia forma de probarlo- pero...- la repentina frase puso tensas a ambas mujeres una vez mas- sí recuerdo los sentimientos de mi mejor amigo- agrego con una sonrisa.
-que...que quiere decir eso?- Debora apenas y logro preguntar con la voz ahogada. El rey le sonrió en silencio, con un brillo cruel en los ojos por unos segundos.
-Después de tantos años, jamas revoqué el derecho de este muchacho a heredar el título de Gerald a pesar de la extraña situación de su familia...- comentó- ¿sabe por que lo hice Debora?- preguntó y ésta paso duro.
-por consideración a mi marido?- pregunto temerosa. El rey soltó una carcajada.
-¡¡correcto, correcto!!- aprobó- Ya que has confesado que no tienes parentesco con este muchacho su relación será borrada del registro familiar-sentenció y aunque era lo que Debora y serena deseaban sintieron que aquello no era bueno- asi también, ordeno que el joven al que mi mejor amigo llamo hijo reciba con efecto inmediato el titulo que su padre deseaba darle oficialmente-. Tras hablar le dedicó una sonrisa encantadora a la esposa de su amigo-. Espero que esto le haga feliz Debora- le miro con absoluto regocijo- siempre sera la esposa de Gerald Freggs, Debora, pero desde este momento no es mas la esposa del Conde Freggs y este no tiene ninguna relación con usted. Por lo que en el futuro espero que se abstenga de llamarse a sí misma condesa.
La ahora ex condesa sintió que perdía el suelo bajo sus pies tras aquella afirmación y solo su entereza evito que perdiera los estribos. Debía tranquilizarse, aun sin ser una condesa aun podía ser la madre de una princesa.
-Lo tendré en cuenta su majestad- aseguró humildemente. El rey asintió y volvió la mirada a su hijo.
-me gusta tu elección- aseguró de la nada- Ya que vas a tomarlo como consorte deberíamos buscar un título nuevo entre los registros reales para agregar. Un conde es demasiado bajo para ser tu consorte- comentó antes de retirarse sin esperar respuesta y entrar al carruaje real sin prestar atención a nadie mas.
Había sido una oración corta pero solo aquellas palabras del rey habían enviado a serena y Debora a un agujero de desesperación y miedo.
El príncipe ya había comenzado a avanzar al carruaje llevando a un dócil Desya con el cuando la voz ahogada de serena lo interrumpió.
—Príncipe ...su...¿su consorte?— Serena habló saliendo del shock antes que su madre— usted... no puede...— tartamudeó.
Maximilian le dedico una mirada indiferente.
— ¿Me está diciendo usted, "señorita", lo que yo puedo o no puedo hacer?— interrogó con cierto desdén. Serena bajó la cabeza estrujando el vestido entre sus manos.
—Pero... yo...su alteza, yo...- la chica le miro con anhelo- no soy yo mejor?- pregunto con pequeñas lagrimas en sus grandes ojos. Encantadoramente frágil-. Príncipe, aunque es inapropiado decirlo, mi corazón es suyo desde hace mucho- confesó suponiendo que entre ella y su hermano nadie podría dejarla ir, ni siquiera entendía como es que de repente su hermano estaba en la ecuación.
Maximilliam la miró de arriba abajo con desdén— ¿su corazón? —rió con verdadera gracia y un toque de crueldad—usted querría a un cerdo si tuviese una corona— se burló y le dio la espalda para marcharse pero nuevamente aquella irritante voz le detuvo.
-¡¡Pero es un criminal!!- le recordó- su alteza, el es un vil ladrón ¿cómo podría ser digno de usted?- se aferró a aquel terrible defecto en su hermano. El orgullo de un príncipe jamas debería poder aceptar algo así.
-¿ladrón?- maximilliam sonrió volviendo la mirada a ella como si la afirmación le causara gracia- ¿Quién dijo que era un ladrón?- cuestionó.
-usted dijo...- la muchacha dudó... ¿quién había dicho que Desya era un ladrón? ¿El príncipe lo había mencionado en algún momento? ¡No! ¡Solo había salido de boca de su madre!
Serena volvió la mirada a su madre buscando una respuesta pero encontró la misma ignorancia en esta que en ella misma.
-El...el tenia oro robado...- murmuró Serena sin saber bien que decir.
-¿Robado?- Maximilliam nuevamente sonrió y rodeó a Desya en sus brazos y este dócilmente se dejo sin mostrar reacción- ¿Qué si había algunas monedas de oro cada semana? Es simplemente un humilde regalo mío ¿por que tendría mi futuro consorte que robar?-. dijo lo último con cínica burla y se marchó sin volver a mirar atrás, ni siquiera para regocijarse en la miseria ajena. Ya había dedicado mucho de su tiempo a aquellas mujeres.
Su ladronzuelo estaba aun conmocionado por todo lo sucedido, tenía que aprovechar ese momento para dejarlo aferrarse a él. Esas dos mujeres no merecían un segundo mas de su tiempo y atención, pero debía agradecer que lanzaran a aquel terco y orgulloso ladronzuelo, ahora frágil y vulnerable directo a sus brazos.
Capítulo 10
Tras salir de la casa de la excondesa el carruaje real volvió al Palacio sin hacer ninguna escala, en el interior del mismo se encontraban tres personas.
El rey miraba al joven rubio con atención aunque sin ninguna expresión en especial. Maximilliam estaba sentado junto a Desya con una que pretendía ser preocupada pero estaba cargada de autosuficiencia y alegría. Y ajeno a aquellos dos estaba Desya. Sentado en una esquina del carruaje tenía la cabeza gacha, centrada en sus manos entrelazadas con una expresión derrotada.
No estaba digiriendo el asunto de ser el consorte real aun, ni siquiera había comenzado a pensar en su situación actual en aquel carruaje o en las palabras del rey. En su mente, solo tenía la traición y el abandono de su familia, incluso la preocupación por sus sirvientes había quedado relegada por el sentimiento de absoluta soledad y despojo.
En esos momentos Desya sentía que no tenía nada que pudiese llamar suyo, se sintió sin remedio como un perro callejero que intenta ser dócil por comida pero termina siendo echado a la calle. Había una desesperación ahogándose en su garganta, robándole el aire, manteniéndolo en el limbo entre la quietud y el llanto descontrolado.
Desya no dijo nada, no se movió, ni siquiera le dedicó una mirada a sus acompañantes. El solitario muchacho usó toda su entereza para no derrumbarse frente a aquellos que no consideraba amigos.
Horas más tarde habían llevado a Desya a la que sería su habitación hasta el día de la boda, estaba sentando en la cama con los ojos vacíos, el corazón y el alma destrozados... su familia... su hermana... su madre... el conocía perfectamente su ambición, pero jamás creyó que llegarían a tal extremo, la puerta se abrió y miró hacia ella viendo a Maximilian entrar con aquel porte elegante y aquella arrogancia característica de él.
— ¿Qué haces aquí? –miró sin ánimos al que acababa de entrar, lo que menos necesitaba en ese momento era ver a ese sujeto.
—Vengo a decirte que la boda será mañana—anunció sin ningún problema mientras caminaba hacia su premio.
Desya siguió aquella figura arrogante caminar hacia él y dibujo una sonrisa cínica en su precioso rostro.
—Te mueres por tener tu título de propiedad ¿verdad?— Se burló, aunque más de sí mismo por estar en aquella situación que de la arrogancia del otro. Derrotado bajó la mirada, Desya estaba sufriendo un duelo, aun no tenía la entereza ni la energía para enfrentarse a Maximilian, éste se sentó a su lado.
—Sí-,aceptó y no tuvo el menor reparo en hacerlo- Muero por ver el papel que me certifique como tu dueño legal—le aclaró y Desya le giró el rostro.
—Eres despreciable...— su dignidad se había ido por los suelos en una sola tarde, su familia lo había abandonado y ahora estaba por convertirse en el juguetito del hombre que lo había tenido suspirando como un idiota los últimos meses, el que había jugado fácilmente con él en la palma de su mano. Desya no tenía poder sobre su propia vida en esos momentos... sintió como la mano de Maximilian se posaba en su barbilla, aquella mano lo hizo girar a verlo, pero él se negó mirando a otro lado a pesar de no poner resistencia contra la mano en su barbilla. Desya se perdió por completo aquellos ojos azules clavándose en él con calidez.
—Voy a tratarte bien...—la voz del príncipe intentaba sonar consoladora pero a Desya le pareció una frase humillante.
—Eso es nuevo, desde luego conseguí un buen trato aquí- se mofó de sí mismo. Había tomado el camino equivocado desde el principio. Para un par de mujeres que no lo amaban y un legado que no valía la pena el había entrado en las fauces de aquel lobo. Había arruinado su vida y ahora solo estaba en espera a ser una huella más en la cama de aquel hombre, del hombre con el que había soñado tantas noches, saber que su corazón había sido tomado tan fácilmente por alguien que no sentía lo mismo dolía, pero saber que pertenecía a ese hombre lo humillaba aún mas.
-Te ofrecí ser mi sirviente de cama antes y te ofendiste, ahora te ofrezco matrimonio y aún estás molesto, ¿qué es lo que quieres? Solo dilo- las palabras fueron frías y Desya solo se hundió más en su tristeza. Él solo desearía no sentirse tan malditamente solo... no sentirse tan poca cosa.
-Agradezco la bondad de su alteza- murmuró ya sin el tono agresivo y Maximilian lo interpretó como arrepentimiento y le abrazó por la cintura besando su cuello.
-Estás agobiado por todo lo que paso, pero no tienes que preocuparte por nada más en el futuro, eres un conde, el hijo del amigo de mi padre. Mañana antes de la boda, mi padre te coronará duque, por lo que la boda no tendrá ningún problema- naturalmente para casarse con un príncipe el requisito mínimo sería el titulo de duque. El país era un país poderoso, casarse como primer consorte con un hombre y además uno de su propia gente no parecía inteligente a nivel político. Pero para complacer a su hijo mayor el rey había hecho este sacrificio, la gente podía ver cuán grande era el amor de este rey por su hijo. Pocos sabían de los viejos sentimientos en el corazón del rey que habían facilitado esta decisión.
Desya tan deprimido como estaba no luchó contra el abrazo y dócilmente se entregó al poco calor que éste le brindaba. Era lo más cercano al consuelo que recibiría por lo que su herido corazón simplemente se refugió en aquella tenue sensación de cariño. En medio del desierto un litro de agua podía ser considerado como una gran fortuna, en su situación actual, aquel abrazo significó para Desya su único y preciado refugio.
Fin de la primera parte
Gracias por estos nuevos capítulos..y . Me encantó besos y abrazos
ResponderEliminarMuchas gracias por los capis!!!
ResponderEliminarBuen fin de semana!