miércoles, 25 de julio de 2018

Cinderella 15


Capítulo 15

En la parte oeste del bosque el capitán de la guardia daba su informe al príncipe, junto a él estaba el rey, quien parecía bastante tranquilo en comparación a su hijo, el cual parecía que mandaría a la horca al primero que le diese malas noticias. Maximilian estaba inquieto, casi muere al ver las sábanas rotas colgando de su ventana, no encontrar el cadáver del rubio bajo la torre había sido un alivio que no creyó sentir jamás por algo, pero su cachorro había escapado y lo quería de regreso.

El capitán informó al príncipe de los resultados hasta ahora, habían peinado la mitad del bosque sin encontrarlo, si estaba en algún lugar seguramente sería cercano al límite este, pero era difícil creer que un hombre a pie, en la oscuridad y sin conocer el lugar hubiese avanzado tanto, el capitán creía que seguramente estaba escondido en la vieja cabaña del bosque, el hombre comentó el extraño comportamiento del sujeto que vivía ahí y su sospecha de que escondía algo.

— ¿Una cabaña?-Maximilian torció el gesto- Está prohibida la entrada a este…— pero antes de que terminara de hablar el rey había emprendido el galope, Alastor solo podía imaginar lo que sucedería si el fugitivo cachorro de su hijo llegaba a encontrarse con Miller, el muchacho lo separaría para siempre de él, si estaban juntos Miller solo pensaría en protegerlo, seguramente vería la huída de su hijo como una traición de su parte ¡él era el que le había asegurado que todo estaba bien! ¡estúpido hijo suyo! ¡parecía que no había podido mantener encerrada y dominada a su pareja! al llegar a la cabaña golpeó la puerta y ésta se abrió sin oponer resistencia, con la esperanza de que fuese un error, entró registrándolo todo y vagamente pudo escuchar el resto de los caballos acercarse y llegar, no necesito registrar mucho, sobre la cama estaban las ropas de noche de bodas sucias y maltratadas del fugitivo príncipe— Estuvo aquí…— y sintió que el mundo se le venía abajo, el muchacho se había llevado a su amante…

— ¿Quién diablos vive aquí? – escuchó la voz de su hijo entrando a la cabaña, debió ver lo que él mismo veía porque caminó directamente a la ropa sobre la cama estrujándola en sus manos— Quien sea que estuviese aquí se llevó a mi pareja— se giró al capitán temblando de ira— quiero que lo encuentren y los quiero a los dos de vuelta, quiero a mi pareja a salvo y el otro no me importa si lo traen vivo a muerto— soltó entre dientes y el rey a su lado ni siquiera le volteó a ver.

—Será mejor que pienses bien lo que ordenas hijo, a menos que pretendas que tu adorado cachorro te odie el resto de tus días— la aseveración pareció alterar al príncipe.

— ¡¿Qué estás tratando de insinuar?! – ¿Qué era lo que su padre sabía y él no? ¿Su cachorro tendría un amante? No…no podía ser…

—Tal vez a estas alturas ya lo descubrió… el hombre que vivía aquí, es el padre de tu cachorro— y Maximilian supo que las cosas no podían ir peor, el podía amenazar a un sujeto cualquiera, incluso a un amante… pero un padre… un padre no se lo iba a entregar tan fácil, aunque… ¿no llevaba aquel hombre desaparecido años? además la madre no había sido un ejemplar de madre. Maximilliam intentó tranquilizarse rápidamente. Padre o no, él tendría a su cachorro de vuelta costara lo que costara.

A unos dos kilómetros de ahí, Desya se escondía tras unas enormes rocas llenas de limo de bosque, el hombre que le ayudaba se había trepado a uno de los árboles y pedido que esperara, no sabía que planeaba pero supuso que solo se estaban escondiendo pues habían escuchado el sonido de un caballo cerca. Se agachó al ver que una sombra se acercaba, era un jinete y se agachó escondiéndose por completo y lo siguiente que escucho fue un quejido, el relinche del caballo y después el sonido sordo similar al de un costal de papas lanzado al suelo, asustado se asomó y lo que vio fue al sujeto que le ayudaba sobre el caballo y un bulto que al parecer era el soldado que antes lo montaba en el suelo.

—Venga, avanzaremos más rápido así— aseguró el nuevo jinete.

Desya escuchó que el hombre lo llamaba y bajó de la roca con una sonrisa en los labios.

—Es usted una persona de armas tomar ¿no es cierto?— habló caminando hacia él tomando la mano que le tendía para que subiera detrás— discúlpeme, está tomando más y más responsabilidades por mí— jamás esperaría que un extraño pudiese estarlo ayudando tanto.

—No te disculpes muchacho, yo simplemente no quiero que termines como yo y si de mí cabe no serás un prisionero nunca— las palabras no sonaron extrañas pero si le pareció extraña la situación ¿qué clase de prisionero era aquel hombre? Era claro que lo que le apresaba no eran cadenas físicas, nuevamente se preguntó con qué tenían atado a un hombre como él. El caballo comenzó el galope y Desya se agarró de la cintura ajena permitiendo que lo llevara, colocó su rostro contra la espalda ajena y sonrió dando gracias al cielo por haberlo encontrado, había algo familiar en el hombre que le gustaba y le hacía sentirse cálido a su alrededor.

—¿Por qué no escapa conmigo señor?— le preguntó después de un rato— Está tomando tantos riesgos ¿por qué no escapa conmigo? ¿Qué le detiene?— cuestionó y Miller no contestó inmediatamente ¿qué lo detenía? Posiblemente que sin Alastor a su lado, sin la posibilidad de volver a verle, de volver a escucharle, de volver a tocarle, moriría de dolor y tristeza, pero ¿no valía la pena? Si podía vivir tres semanas con su hijo ¿no valía la pena acaso?

—Ahora mismo… ya nada muchacho. Iremos al reino del este, te acompañaré hasta allá— aseguró y Desya sonrió en su espalda.

Mientas tanto, cabalgando por el bosque se encontraban Rey y príncipe, padre e hijo en dirección al camino que daba al reino del este.

— ¿Estás seguro que debemos ir por aquí?— preguntó el más joven.

—Es la ruta que Miller tomaría sin duda, aunque no sé si se arriesgaría a tomar el camino principal o arriesgarse más tomando rutas alternas, como sea podemos seguramente verlo en el puente que está a unas horas saliendo del bosque, ellos tendrán que pasar por ahí pero tenemos que llegar antes. Los soldados pueden intentar encontrarlos por el pueblo o el bosque pero no creo que encuentren nada— aseguró y Maximilian maldijo por lo bajo.

— ¿Por qué estaba el padre de mi mascota ahí? – Apretó las riendas en las manos —Era tu amante ¿cierto? Sabía que tenías uno desde hace años pero me preguntaba dónde le tenías, tu maldito amante se llevó a mi cachorro— renegó. El rey le vio solo por un segundo antes de volver la mirada al frente con la rabia escrita por todo el rostro.

—Le he tenido controlado por años, es tu cachorro el que se ha llevado a mi amante, si no fuese mi único seguro me importaría un comino tu tonto capricho por él— y ambos se quedaron en silencio. A Maximilian no le venía bien pelear ahora con su padre, no cuando era el que mejor sabía cómo se movía su amante.

Pasaron las horas y llegaron al puente que buscaban, no había huellas recientes de algún caballo ni pies humanos así que probablemente aun no llegaban hasta ahí.

—Ellos debieron tomarse su tiempo evadiendo a los soldados que andaban por el bosque, no es posible que llegaran antes que nosotros— murmuró el rey.

Maximilian vio a su padre desmontar y encaminó su caballo a unos altos arbustos cerca del puente, era mejor si no los veían, desgraciadamente no podían borrar las huellas que habían dejado pues tendrían que ir prácticamente todo el camino de vuelta, pero sí podían engañarlos. Encaminó su caballo al puente y los subió sobre la madera pero lo hizo regresar escondiéndolo en los arbustos y borrando solo las huellas que habían quedado del regreso del puente, su padre hizo algo similar y cada uno se escondió a un lado, no pasó en realidad demasiado cuando el caballo que habían estado esperando se acercó, en medio de la neblina de la madrugada se veían dos figuras sobre el animal, estaban cubiertos con capuchas por lo que aunque no estuviese la niebla no podrían verlos pero Maximilian sabía que eran a quienes buscaban.

Sobre el caballo, Desya sintió el peligro al acercarse al puente, viendo al suelo vio pisadas de caballos dirigiéndose al puente, podrían ser solo mercaderes o viajeros cualquiera ¿verdad? Pero ni él lo creía, miró atrás viendo las huellas de su caballo y las ajenas, eran idénticas, eran herraduras de la guardia real del rey.  Eran dos caballos… vio al frente y pasó duro, estaban por llegar al puente, si uno los distraía quizás el otro podría escapar… como estaban sentados no solo lo más practico era que él se quedara sino que también era lo más justo.

Estaba ya muy cerca del puente y la niebla era espesa, sabía que estaba tomando la decisión adecuada cuando saltó del caballo y golpeó su costado.

—No se detenga— gritó y el caballo salió a todo galope, él se quitó la capucha para que quien sea que estuviese por ahí pudiese verlo, se quedó parado y vio a Maximilian salir de un alto arbusto.

—Así que al final entendiste que tenías que entregarte ¿cierto?— el rostro de Maximilian decía que no estaba para nada feliz y Desya sintió la respiración agitarse ante las posibilidades de lo que le esperaba, miró a todos lados y vio a un lado del puente la pendiente que llevaba al río, apretó las manos moviendo los dedos, tomando la decisión y sin contestar salió corriendo dispuesto a lanzarse, pero a Maximilian el camino le quedaba más corto y logró interceptarlo sujetándolo de la capa, el rubio se removió y siguió avanzando zafándose de la tela como podía y casi alcanzando la pendiente, pero Maximilian le sujetó por el brazo jalándolo y lanzándolo dos metros atrás, quedando ambos tras el arbusto donde había estado escondido antes LeRose— ¡¡Basta de escapar, te he atrapado, ríndete y vuelve a tu sitio!!— le gritó y Desya se levantó del suelo frunciendo el ceño, humillado, desesperado, frustrado y demasiado afectado para ser razonable.

—¡Tu no serás mi dueño!¡no voy a ser tu juguete nunca!— Desya le señaló y Maximilian apretó la fusta del caballo que aún tenía en las manos, Desya supo que pisaba terreno peligroso y levantó el rostro, dispuesto a enfrentarse a la ira del castaño, le vio dar un paso adelante levantando el pequeño látigo y apretó los puños casi cerrando los ojos esperando el golpe, pero no fue lo que sucedió. Maximilian lanzó la fusta contra el suelo en un gesto de exasperación.

— ¿Ese es tu maldito problema? – estaba exaltado pero lo que impresionó a Desya no fue eso, lo que le dejó descolocado fue el repentino sonrojo que cubrió sus mejillas— ¿De verdad crees que si soy tan engreído como dices me casaría por…— tragó, Desya sabía solo con verlo que le estaba costando hablar— …molestarte? Usa ese cerebro que tienes en la cabeza por una vez, maldito cachorro malcriado, date cuenta de una vez de lo que hay entre nosotros…
Desya mostró un gesto de confusión y desconcierto y Maximilian bufó exaspoerado. Aun así tomo un profundo suspiro antes de declarar con vehemencia.
— Estoy seria… y profundamente… enamorado de ti – confesó y si a Desya le hubiesen presentado en ese momento a un unicornio wachiturro cantante de calle y ayudante de Robin Hood no le habría sorprendido más.

—Tu…tu ¿qué?— estaba incrédulo, se levantó con cuidado del suelo y dio un paso lejos del hombre que se le acababa de confesar sin poder creer que aquello estuviese pasando.

—Creí que los perros tenían buen oído— renegó y Desya se hubiese ofendido de no ser por el sonrojo que se intensificó haciéndolo sonreír.

—Entonces… tú me amas— aseguró y el castaño frunció el ceño mirándolo.

—Si lo entendiste entonces no lo repitas— y a Desya se le escapó una risita de los labios, estaba feliz…oh por dios, maldita sea, él también estaba estúpidamente enamorado del hombre…
-Si es cierto tienes que volver a decirlo- alegó cantarinamente y el príncipe le vio con cara de pocos amigos.
-No tienes a tu suerte Miller- le amenazó y Desya se encogió de hombros.
-Ya llegue hasta este punto ¿a qué tengo que tenerle miedo?- amenazó y Maximilliam lo apresó en sus brazos con fuerza.
-Voy a darte una lección cuando volvamos a casa y a enseñarte modales ladronzuelo- amenazó nuevamente y Desya ni siquiera intentó liberarse.
-Si no me complaces escaparé de nuevo, una y otra vez, no tendrás paz a menos que me encadenes.
-No me tientes…- gruñó. Desya se encogió de hombros indiferente.
-…- el castaño guardó silencio y Desya lo ignoró tranquilamente- te amo..- cedió el príncipe en un murmullo.
-¿Qué?- fingió no oír.
-Te amo ladronzuelo insolente- Desya sonrió ampliamente.
-¿Seguro?- lo picó y el príncipe gruñó y le tomo del pelo besándolo con fuerza, mordiendo sus labios, metiendo su lengua y barriendo por completo su interior.
-Muy seguro- murmuró contra su boca y Desya asintió acalorado y perdiendo por completo su actitud pícara.
—Entonces…¿ahora qué?—pregunto tímidamente  y el castaño se agachó a tomar su fusta.

—Volvemos a Palacio antes de que nuestra ausencia parezca sospechosa— habló intentando recuperar la compostura y Desya rio acercándose a él y jalándolo por la parte superior de su ropa.

—Nadie dirá nada cuando nos vean, no te preocupes— aseguró y Maximilian levantó una ceja viéndolo.

—Y ¿por qué no?— preguntó y Desya se levantó a sí mismo en punta para mordisquear el labio inferior de su príncipe engreído.

—Porque es normal entre recién casados ¿verdad?— y Maximilian le rodeó por la cintura pegándolo a su cuerpo bruscamente, no contestó pero sus labios devoraron los ajenos. Desya estaba nuevamente en sus brazos, donde pertenecía y el no podía estar más satisfecho.






1 comentario:

  1. Gracias!!! pensé que iban a alargar la historia, pero me encanta que confesaran sus sentimientos, ahora solo faltan los padres!
    Lu Malandro

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